No parece el siglo XXI

Esto que estamos viviendo los guayaquileños hoy resulta a todas luces aterrador porque sus circunstancias no corresponden a este siglo.

Los sucesos ocurridos durante las pestes que azotaron a Guayaquil en tiempos de la colonia tienen más de 400 años. Esto que estamos viviendo los guayaquileños hoy resulta a todas luces aterrador porque sus circunstancias no corresponden al siglo XXI.

Que el sistema de salud de Guayaquil colapse, sin pruebas masivas que permitan establecer el número real de contagiados por el coronavirus, sin camas en los hospitales, sin médicos ni equipos hospitalarios apropiados, sin medicamentos.

Que el mismo personal médico muera por docenas contagiado, al igual que cientos de ciudadanos de todos los estratos socioeconómicos, que sus cadáveres permanezcan hacinados en contenedores, pasillos de hospitales, calles u hogares y no puedan recibir cristiana sepultura luego de ocho días, que no hayan ni siquiera ataúdes, funerarias, morgues o vehículos para transportarlos a los camposantos. Que no exista en toda la ciudad una sola ambulancia disponible para trasladar a los enfermos.

Que la economía se paralice y que los habitantes tengamos que aislarnos en nuestras casas sin esperanzas de que se encuentre una cura. Que el pueblo no tenga alimentos ni condiciones dignas que les permitan guardar el aislamiento y se vea forzado a salir de sus viviendas y exponerse al virus. Que el mercado farmacéutico local no pueda ofrecer apenas alcohol, mascarillas, guantes estériles, un simple paracetamol; menos otras medicinas más sofisticadas. No, esto no es comparable con ninguna peste vivida en ningún otro momento de la historia de Guayaquil.

Gustavo Rivadeneira Romero