La consulta y sus interrogantes

La inobservancia de la ley hace que el proponente use esta herramienta argumentando gobernabilidad y arme barullo

En nuestro país la política no pasa de ser una suerte de ruleta o un chiste. A través de los años hemos visto que quienes la practican han echado al cesto de basura su real concepto, usándola solo para cubrir mezquinos y oscuros intereses. ‘Ad portas’ de una nueva elección, a más de una consulta popular, la campaña va tomando fuerza, por el SÍ y por el NO; llenan redes sociales sin dejar espacio para el razonamiento de cada pregunta. La consulta popular, contemplada en la Constitución obliga a una práctica en desuso de la democracia participativa: consultarle al soberano, pero guiarlo de manera sesgada, sin permitirle razonar, es torpe e inmoral. Se han dado innumerables consultas cuyo efecto jamás sentimos, porque se usaron como termómetro político de la popularidad del proponente. De ganar el SÍ, por tratarse de reformas a la Constitución pasará a la Asamblea. Nos ahorraríamos todo este embrollo si observáramos la Constitución e interpretáramos su mandato. La inobservancia de la ley hace que el proponente use esta herramienta argumentando gobernabilidad y arme barullo, sesgando el pensamiento popular al acusar de narcopolíticas a quienes no están de acuerdo con ciertos vacíos en las preguntas. ¿Cuál es el fin de restarle facultades a un estamento del Estado CPCCS, cuando lo correcto sería preguntar si se elimina o no ese nicho de burócratas alcahuetes, y dicho sea de paso, su eliminación fue una promesa de campaña. Aunque todos digamos SÍ, veremos que todo es igual.

Juan Idrovo