Cartas de lectores

El clímax de la incompetencia

No tengo nada personal contra el señor Yunda, no lo conozco. Tampoco contra la jueza Domínguez ni contra los jueces del Tribunal Provincial que acaba de emitir un fallo incomprensible.

Desde el principio, cuando la jueza Domínguez no pudo distinguir la manera en que un proceso de la naturaleza que significa el proceso de remoción del exalcalde de Quito llegó a sus manos y, por decencia de juez debió rechazarlo, hasta el absurdo que hoy presenciamos con la decisión de dos jueces de un tribunal provincial, que tampoco tomaron en consideración la manera de presentar un recurso, que de por sí amerita el rechazo de un juez bien formado, y lo que es peor, ni la jueza Domínguez, ni los dos jueces del tribunal provincial, saben distinguir la diferencia que existe entre un juicio que se debe tratar en el sistema judicial y un juicio político.

Qué pobreza de justicia la que impera en Ecuador, qué mediocridad de criterio, ¿o se trata de intereses de otro tipo, incalificables para ser tratados como parte de la justicia?

La situación presentada en este malhadado caso desnuda, de cuerpo entero, la falencia fundamental de la educación en nuestro país, una educación que no proporciona la capacidad de razonamiento, una educación que no cultiva el entendimiento natural. Se lo nota, lamentablemente, no solamente en el tema judicial, se lo palpa en la vida real, donde mediocres de capirote participan de la dirección de universidades particulares, en muchos casos, transmitiendo y fomentando la incompetencia personal a las futuras generaciones que luego salen al mercado laboral a ser actores de actos bochornosos, tanto para sus personas, como para la sociedad...

Ya es hora de que exista la voluntad de privilegiar una educación (a todos los niveles) que inculque el razonamiento, que cultive el entendimiento natural, para que de una vez por todas erradiquemos la incompetencia de la actividad profesional, hoy puesta de manifiesto en el fallo de jueces que no saben distinguir entre lo que les compete y lo que no.

José M. Jalil Haas