El celo profesional, mito o utopía

En la mitología griega, Procusto era un posadero de Ática. Tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario

En nuestro medio cuando hablamos del Síndrome de Procusto, hablamos de la incapacidad para reconocer como válidas las ideas de otra persona, el miedo a ser superado profesional o personalmente por otros seres. Hay quienes lo llaman envidia. Todo ello nos puede llevar a eludir responsabilidades, tomar malas decisiones y frenar iniciativas, aportaciones e ideas de aquellos que pueden dejarnos en evidencia. Este síndrome con nombre de origen mitológico retrata una figura que suele observarse en todo tipo de contextos y resulta nefasta para cualquier organización o sociedad. “Lo padecen aquellos que cortan la cabeza o los pies de quien sobresale”. En la mitología griega, Procusto era un posadero de Ática. Tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: pies y manos o cabeza. Si era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo. Según otras versiones, nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama. Procusto poseía dos, una exageradamente larga y otra exageradamente corta, o bien una de longitud ajustable. Continuó con su reinado de terror hasta que se encontró con el héroe Teseo, quien invirtió el juego y retó a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se hubo tumbado, Teseo lo amordazó, lo ató a la cama y lo torturó para ajustarlo como él hacía a los viajeros. Le cortó a hachazos pies y cabeza.

 Elio R. Ortega Icaza