Cartas de lectores | La trampa ha reemplazado a la honestidad
La corrupción y la deshonestidad se normalizan en la sociedad, debilitando valores y fomentando el desencanto
¡Qué pena! Parece ser que los males endémicos siguen creciendo en lugar de desaparecer en nuestro país. La vida no se queda con nada, siempre nos devuelve con creces aquello que hemos ido trabajando con nuestras decisiones erradas.
Una sociedad que convierte la trampa en virtud, se vuelve injusta, invivible; ya no cree en el bien común. Lo que antes era malo hoy es bueno; lo que antes nos indignaba ahora nos entretiene. El tramposo usa armas de maldad, trama planes inicuos, enreda a los ingenuos con palabras mentirosas. El tramposo dejó de ser una figura marginal, ya no se oculta, no se excusa ni se avergüenza. Lo sucedido en Argentina al rendir examen de residencia médica o especialidad es un ejemplo claro de la perversión de la verdad con el fin de engañar, estafar; lo importante es llegar a cualquier precio; eso se llama deshonestidad.
Vas en el metro, entras en una tienda, en la peluquería, en el bar, en la universidad o en el banco; te sientas en la oficina o ante la tele, en la redacción del periódico o en la mesa familiar... Existe pesimismo frente a lo sucedido y decimos: bueno, es igual, total, que más da. Todo da igual. Este generalizado encogerse de hombros y de energías es un reflejo de una crisis de vida, de una época de desaliento y desencanto, de confusión y de promesas incumplidas. Ya nadie se escandaliza.
El sujeto no nace tramposo, aprende de lo que modelan sus padres; del entorno en que se desenvuelve y se replica. Si en las alturas se falla, el andamiaje tambalea, y es lo que vemos en todas las instituciones públicas y privadas; la honestidad no cotiza, lo correcto no paga; la apariencia reemplaza a la integridad.
En una casa, cuando ingresa la polilla o cuando la suciedad hace de ella guarida de alimañas, se está a tiempo para evitar que se venga abajo, porque ya ha sido habitada por seres extraños y dañinos; y realizamos una limpieza total. De igual manera queremos autoridades revestidas de honradez, sensatez, pundonor y tenacidad.
Lo importante de una persona no está en el ropaje externo, sino en su espíritu de lucha, de trabajo honesto, transparente. Escape de esa cárcel cuyas rejas ha hecho usted mismo; son las rejas de la codicia, el egoísmo y las ambiciones mezquinas. Es responsabilidad de los padres la clase de persona en la que se conviertan sus hijos, porque la buena crianza comienza en casa. ¿Ya analizó su nivel de honestidad?.
Sara María Garaicoa Granizo