Cartas de lectores | Generación en deuda

No se demandan obras faraónicas, sino instituciones que operen adecuadamente

Habrá diversas lecturas de los resultados de la consulta del 16 de noviembre; sin embargo, es necesario revisar la historia para comprender mejor la respuesta de la sociedad y sus distintos actores. Tras la muerte de Eloy Alfaro y con los gobiernos ‘plutocráticos’, el país vivió pobreza y miseria, como muestran los pocos cortometrajes de la época.

La Revolución Juliana de 1925, cuyo centenario pasó casi inadvertido, aportó orden y una restauración democrática en un ambiente de paz que duró poco, pues la invasión peruana y el Protocolo de Río de 1942 golpearon la moral nacional y devolvieron la inestabilidad. Luego, los años cincuenta desarrollistas y los sesenta reformistas trajeron relativa calma tras los sucesos de junio de 1960 en Guayaquil.

Los grandes actores de la vida republicana han sido los caudillos -Velasco Ibarra, quizá el más representativo, y más recientemente Rafael Correa- junto con la persistente pobreza y desigualdad.

En el Ecuador contemporáneo destaca que, por primera vez, gobierna una generación nacida en la democracia inaugurada en 1979: el presidente Noboa, producto de nuevos valores y educación, aunque a veces distanciado de un país que aún busca un rumbo claro. Lo dicho explica por qué resulta incomprensible que el Gobierno no priorice recursos para la obra pública: carreteras, hospitales, educación y programas contra la pobreza. La pobre gestión administrativa y la ejecución presupuestaria- que no superó el 50 % en 2025- revelan falta de planificación y objetivos, más allá de cumplir con organismos financieros internacionales que insisten en la misma fórmula de austeridad.

Por último, la ciudadanía mantiene como referente la década correísta, que, pese a errores, significó mejoras en la calidad de vida y un funcionamiento más eficaz del Estado, elementos que desde 2017 se han ido perdiendo. No se demandan obras faraónicas, sino instituciones que operen adecuadamente. El Gobierno tiene la palabra, pero con un carrusel de funcionarios sin capacidad y sin un verdadero acuerdo nacional, poco se avanzará, persistiendo la violencia del crimen organizado y la inmadurez política que impide cambios profundos.

Wagner Mantilla Cortés