¿Cómo fue la Asunción de la Virgen?

Un día que permanece desconocido para nosotros, Jesús se la llevó consigo a la gloria celestial.

El 15 de agosto la Iglesia celebró la Asunción de la Virgen María al Cielo. Sus últimos años sobre la tierra -desde Pentecostés hasta la Asunción- han permanecido envueltos en una neblina tan espesa, que casi no es posible entreverlos y menos penetrarlos. La Escritura calla y la tradición nos hace llegar solo ecos lejanos e inciertos. Su existencia transcurrió callada y laboriosa, como fuente escondida que da aroma a las flores y frescura a los frutos. Como cuando estaba junto a Jesús, pasó inadvertida, velando por la Iglesia en sus comienzos. Pero su puesto estaba en el Cielo, donde su Hijo la esperaba. Un día que permanece desconocido para nosotros, Jesús se la llevó consigo a la gloria celestial. Al declarar el dogma de la Asunción de María, en 1950, el papa Pío XII no quiso dirimir si la Virgen murió y resucitó enseguida, o si marchó directamente al cielo sin pasar por la muerte. Hoy, como en los primeros siglos de la Iglesia, la mayor parte de los teólogos piensan que murió, pero -al igual que Cristo- su muerte no fue un tributo al pecado -¡era la Inmaculada!-, sino para asemejarse completamente a Jesús. Desde el siglo VI comenzó a celebrarse en Oriente la fiesta de la Dormición de la Virgen: un modo de expresar que se trató de un tránsito más parecido al sueño que a la muerte. Dejó esta tierra -como afirman algunos santos- en un transporte de amor.

Mario Monteverde Rodríguez