Amarga decepción ciudadana por la incontrolable y nefasta inseguridad

Señor presidente, los ecuatorianos queremos soluciones y menos diagnóstico

Tiempo atrás, cuando hablábamos de delincuencia solo pensábamos en asaltos, robos y otros tipos de delitos comunes en nuestro país. Actualmente estamos naturalizando el crimen organizado, el sicariato, el secuestro, el terrorismo, el narcotráfico, la trata de personas, entre otras formas de delitos avezados, descomunales e importados, que llenan las páginas rojas de medios de comunicación y redes sociales.

Sin temor a equivocación, puedo asegurar que estamos en un momento histórico, donde todos los índices, desde los económicos hasta los delitos de connotación social, han traspasado las líneas rojas. Vemos que en lo que va del año Ecuador está próximo a superar su propio récord de muertes violentas. No existe un día en el país en que los muertos por crímenes violentos no se cuentan por decenas.

¿Dónde está el Estado?, con Guillermo Lasso como presidente, que hasta la vez recuerdo sus ofrecimientos de campaña de combatir y terminar la fiesta de los delincuentes comunes como los de saco y corbata; demagogia pura resultó. Pienso además que esta fiesta empeoró y se acentuaron los nuevos ‘modus operandi’ de una delincuencia proactiva, que siente que puede transgredir y no ser sancionada. Al parecer estamos ante un Estado observante, un gobierno incapaz, que tiene los diagnósticos pero no las soluciones. En la actualidad nos encontramos en los primeros lugares de países de la región que son controlados por el narcotráfico y el crimen organizado.

No necesitamos más estados de excepción en cada zona donde se considere un blanco abierto por donde crece y se desarrolla más la delincuencia. Necesitamos que las instituciones funcionen, para que los ciudadanos seamos respetados y salvaguardados por el Estado, que se debe hacer presente con ellas para frenar la incontrolable delincuencia, porque estamos llegando al punto sin retorno, tal como ha sucedido en otros países de la región; luego tendremos que lamentarnos.

Señor presidente, los ecuatorianos queremos soluciones y menos diagnóstico. Debe concentrar todos sus esfuerzos en el poco tiempo que le queda de su administración a fin de avanzar y dejar encaminado al próximo gobierno, para que logre efectivizar una solución global al flagelo de la delincuencia común y al crimen organizado. ¿Acaso no percibe usted, la amarga decepción ciudadana de su gobierno, por la incontrolable y nefasta inseguridad en que vive?

Mario Vargas Ochoa