Ocio

MIEL
Martín Flies Pizarro y Damián Segovia.Cortesía// Saul Endara

MIEL: Un jardín sonoro florecido en Quito

EDÉn es el disco debut de la banda quiteña. Así fue el proceso de creación de una de las agrupaciones más prometedoras del 2021

Martín Flies Pizarro y Damián Segovia han cultivado un jardín musical que lleva por nombre Edén. Este es su disco debut, presentado el pasado 27 de noviembre. Es un paseo por una diversidad de emociones, entre la rudeza y el hastío y la necesidad de amar. MIEL, su nombre como dúo, nació en 2018 en la ciudad de Quito y está marcado por la amistad de ambos desde sus años colegiales. Sin muchas ganas iniciales de crear un proyecto nuevo, se están consolidando en la escena musical capitalina.

Edén, que fue presentado en el Teatro Nacional Sucre, ya cuenta con dos vídeos oficiales. En esta entrevista los artistas nos dan los detalles de este proceso creativo que tiene 9 canciones y mucho virtuosismo.

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¿Cómo fue que deciden hacer música?

D: Queríamos hacer música desde hace rato. Tuvimos un par de encuentros que no llegaron a mucho más. Pasó un punto de inflexión de la vida, en que nos volvimos a ver y con ganas de empezar algo renovado. Yo tenía varios temas y Martín quería producir luego de ser baterista tanto tiempo. Y todo encajó.

M: Somos amigos del bus del colegio. Nos hicimos muy amigos. Pero todo esto pasó mucho, mucho después. Empezamos a trabajar esta música sin apuro. Nos llegó Buenaventura (su management) y así fue como conseguimos nombre y dándole más forma al proyecto. Al principio fue una situación de hacer música para nosotros. Lo bueno es que desde un inicio empezamos con un equipo de manejo, de comunicación.

Es una forma algo diferente al inicio de un proyecto local...

M: Sí, cuando decidimos unir fuerzas con Buenaventura todo cambió y empezó el proyecto realmente. No habíamos sacado nada, entonces es un trabajo con mucho más equipo.

D: No queríamos ser como otras bandas. En Ecuador se tiene este estigma que si eres independiente también eres gamín. Y creo que, justamente cuando comienzas a ver esto como tu profesión, es que decides hacerlo diferente. Todos queremos vivir de esto. Y la plena es que la música tiene que ser como un motor para que cosas buenas pasen. Sin mucha experiencia, de lado y lado, decidimos hacerlo con un grupo de gente y cambiar las cosas como funcionan y hacer una industria. Aquí no existe. Sí, hay bandas buenas, proyectazos pero todo se lleva muy por encima y no se sabe cómo se llevan los negocios, y generar un modelo de industria o crear el propio.

Entonces vienen con ganas de ir moviendo las cosas...

D: Sí, pero creo que nada funciona si la música no está buena. Por eso como nosotros somos nuestros propios productores mantenemos la prolijidad, dentro de los recursivos que podamos llegar a ser. No tenemos todos los recursos pero aprendimos a sacarle provecho a nuestras habilidades.

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Tienen mucha cercanía con los proyectos de Fiebre y de Madrigal, al ser también sus productores. ¿Cómo se hicieron cercanos?

D: Conocimos a Fiebre en el estudio anterior de Martín. Nosotros ya estábamos haciendo los temas de MIEL pero también queríamos producir y de cierta manera nos cayó de repente y con su disco Petróleo, y el nuestro, fue nuestra universidad. Aprendimos a hacer todo.

M: Lo hicimos sin saber mucho. Nuestra suerte es que escuchamos mucha música y eso nos hizo saber cómo llevarlo por el camino adecuado. Somos personas musicales, quizá con mucha intuición. Damián es guitarrista y yo baterista. Pero en la producción empezamos en pelotas (risas)

Pero mucho de lo que hicieron fue en pandemia. ¿Grabar en casa fue un recurso improvisado?

M: Las voces de MIEL teníamos la intención de grabarlo en un estudio pero justo pasó el confinamiento y todo cerró. Y vimos que se iba de largo y nos mudamos juntos para poder trabajar y grabar las voces de nuestros primeros singles. Probamos todo y nos dimos cuenta de que en el armario sonaba bien. Tratamos los sonidos mucho en posproducción. Buscar las formas fue un proceso muy interesante y catalizador para nuestra creatividad.

En su corazón de artistas ¿qué manda más, su lado productor o el de músicos?

D: Para mí, en este punto, es la misma cosa. Me considero un productor y compongo produciendo. Con Martín arrancamos con las máquinas y los efectos. Se ha vuelto parte de la composición.

En su descripción de Spotify se describen como una dualidad. ¿Cuál es este yin-yang?

D: Creemos que es algo más personal. Somos muy opuestos con habilidades muy diferentes. Respetamos mucho lo que siente y opina el otro con respecto a cada canción. Pero no tenemos una función específica a la hora de crear la música.

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Detrás del nombre MIEL

El nombre de la banda suena quizá muy delicado para su música tan vivencial. Es un transitar, para nada edulcorado. Pero todo nombre de banda tiene su historia y así fue como encontraron MIEL.

“Nada empezó con este nombre. No hacemos este proyecto en base a él y tuvimos que encontrarle uno cuando ya teníamos las canciones. Y en ese momento tenía todo el sentido. Estábamos explorando un montón con las flores en las letras. Que hablen de ellas o se inspiren. Relacionar lo floral con todo era la meta. Y la miel nace de las flores. En ese punto la banda sí era mucho más dulce y de cierta manera esta palabra nos hizo resonancia con eso que estábamos encontrando. Empezamos a tocar bastante con algunas de nuestras canciones, pero no habíamos subido nada en ninguna plataforma. Cada vez hacíamos nuevas partes y arreglos, o ya no la tocábamos, y así fue como en presentaciones consolidamos en verdad el sonido de la banda. Fue la pandemia lo que marcó este lado más introspectivo del proyecto. Solo teníamos grabada Camelia y con esta experiencia de casi un año de tocar y probar, en la cuarentena evaluamos y encontramos un nuevo rumbo. Hicimos nuevas canciones. Así fue como nos pusimos más melancólicos, quizá bajoneados y no queríamos estar enamorados. Eso hizo que todo se contrastara. Entonces lo dulce se contrapuso con lo carnal. Pero así quedó. MIEL es MIEL y si queremos hacer otra cosa lo hacemos”.

Otro aspecto interesante en la creación de este disco es su portada. El artista plástico Irving Ramo pintó la imagen que ahora es el cover de su álbum debut.