La serie Freud, de Netflix, se ubica en Viena, donde una joven es asesinada bajo extrañas circunstancias. Sigmund Freud (Robert Finster), de 30 años, acaba de llegar a la capital austriaca desde Francia, donde siguió cursos académicos. Está decido a exponer sus ideas sobre la hipnosis y espera que sus colegas las recepten, pero los resultados le serán nefastos.

Luego, sin quererlo, se involucra en una peligrosa conspiración al pie del veterano de guerra e inspector de policía Alfred Kiss (Georg Friedrich) y la médium Fleur Salomé (Ella Rumpf). En medio de todo esto, figuran dos miembros de la nobleza húngara: el duque y la duquesa von Szápáry (Philip Hochmair y Anja Kling), así como el emperador austriaco Francisco José (Johannes Krisch) y su hijo Rodolfo (Stefan Konarske). Todo esto se da bajo la prohibición de no ser vista por menores de 16 años por su contenido: escenas llenas de violencia, drogas y sexo.

Dirigida por Marvin Kren, realizada por Alemania, Austria y la República Checa, la serie nos llega a través de ocho episodios: Histeria, Trauma, Sonambulismo (“Los sueños son las mentiras de la noche”), Tótem y Tabú, Deseo, Regresión, Catarsis y Supresión.

Cada uno es más Hitchcock que historia real, pero los guionistas han sido lo suficientemente hábiles como para insertar en los diversos giros argumentales hechos referentes a los enunciados del famoso psicoanalista o que, efectivamente, sucedieron.

Ejemplo: Freud sí pensaba que la cocaína podía utilizarse como analgésico, como estimulante; además, él la experimentaba. En los episodios es, simplemente, un adicto. También han hecho de sus frases científicas algo entendible.

Cada capítulo tiene un momento álgido y con ello logran mantener el entusiasmo colectivo, aunque los que pensaron encontrar una historia real sobre el padre del psicoanálisis quedarán desenfocados.

A momentos las tramas son risibles, pues ellas debieron ser tomadas más en serio. Otro ejemplo: al príncipe Rodolfo de Habsburgo, quien en la vida real tenía pensamientos liberales, entendía la rebelión húngara y era excesivamente mujeriego, es dibujado como un ser humano caprichoso, déspota, vanidoso y casi un idiota. Sí discutía con su padre sobre la política del imperio y ambicionaba cambiarla… pero estúpido no era.

La serie también ingresa al mundo del espiritismo, de sus mediums y las secuencias quedan bien expuestas, bien actuadas, bien ambientadas. Lamentablemente esa perfección tergiversa aún más el derrotero anhelado pues Freud termina siendo una serie de aventuras, mucho de thriller, detectivesca, de terror, suspenso ambientado a perfección y gracias, en la mayor parte, a su extraordinaria iluminación: las frías y sólidas construcciones interiores de la vieja Europa, los canales incorporados al Danubio adquieren riqueza visual y más aún la forma como lo han hecho para destacar rostros, perfiles, imágenes que brillan en la oscuridad, aquello es lo mejor de la serie. Pero esta debió haber comenzado con las palabras finales y mostrando el desfile de los personajes que poblaron sus episodios mientras escuchamos: “El poder del inconsciente es lo que realmente queremos desde lo más profundo de nuestro ser y este vendrá a nosotros para bien o para mal o, al contrario, podemos sostener que aquello en lo que una persona se convierte o transforma… es su deseo más íntimo”.

• Notas al margen

La serie Freud ha tenido gran éxito en Europa y se habla ya de una segunda temporada. Y, para cerrar este comentario, unas líneas pegadas a la historia: Rodolfo de Habsburgo, hijo del emperador y de la famosa Sissi, moriría en 1889 bajo dos teorías: se suicidó en el pabellón de caza existente en Mayerling, junto a su amante de 18 años, la baronesa María Vetsera, o lo mataron sus adversarios políticos. Filmes referentes a Mayerling pueden encontrarse en YouTube. Una acotación final: en la actualidad se discuten mucho los enunciados psicológicos de Sigmund Freud (1856-1939)

Calificación: * * * 1/2