Los accesos a las poblaciones siguen haciéndose con lista en mano y solo a quienes residen en el lugar.

La zona caliente en la frontera y las respuestas a la amenaza

Productor. Tumaco, el municipio de Nariño al que se llega en 30 minutos desde Mataje (Esmeraldas), produce el 16 % de la coca sembrada en Colombia.

Seis de los 10 municipios de Colombia más afectados por sembríos permanentes de coca están ubicados cerca de la frontera con Ecuador. Pertenecen a los departamentos de Nariño y Putumayo (colindantes con las provincias de Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos), en cuyos territorios, según recientes informes, está cultivado el 46 % de las 146.000 hectáreas del área total sembrada en el vecino país.

En esos municipios, considerados como zonas críticas, se concentra la producción anual de cerca de 900 toneladas métricas de clorhidrato de cocaína en laboratorios escondidos en medio de la selva.

La afectación en ese sector fronterizo con Ecuador, que era reducto de la guerrilla, ha sido creciente en los últimos años. Los reportes indican que, por ejemplo, el área cultivada de coca en Nariño aumentó un 43 % y en Putumayo un 25 %, entre 2015 y 2016.

La situación en esas zonas calientes favoreció la aparición de bandas criminales (disidentes y carteles de la droga) y el establecimiento de economías ilícitas, cuya problemática terminó desbordándose al otro lado de la línea fronteriza, con los recientes hechos de terrorismo.

¿Qué debe hacer nuestro país frente a esa compleja amenaza? Dos voces autorizadas dan sus opiniones a EXPRESO.

“Hay que entender que este es un problema de Colombia, que en la medida en que ese país tenga en su territorio las concentraciones de producción de droga ilícita, el Ecuador no podrá hacer nada, porque no es su territorio. No queda más que seguirles insistiendo”, sostiene el general Paco Moncayo, quien es parte de una Consejería de Seguridad creada por el Gobierno a raíz de los últimos sucesos en la frontera norte.

Considera que nuestro país debe adoptar un plan integral de desarrollo fronterizo, que implique también la protección militar y policial. “No hay otra forma que se conozca de lograr una relativa seguridad para esa zona”, agrega.

Pero el narcotráfico y el crimen organizado, siendo una amenaza transnacional, no pueden ser combatidos solo con medidas nacionales, precisa Moncayo. De ahí que considera valiosa una colaboración de Estados Unidos, sobre todo con la dotación de herramientas tecnológicas.

Concuerda con esto Mario Pazmiño, exdirector de Inteligencia del Ejército. Cree que esta es una guerra asimétrica que merece acciones inmediatas, “porque se van a utilizar técnicas y métodos atípicos para reducir la moral y la capacidad de reacción del Estado”.

Él agrega otras propuestas. Estima necesario un proceso de reestructuración y fortalecimiento de las unidades operativas de inteligencia militar, y un adecuado equipamiento y reentrenamiento de las Fuerzas Armadas.

Pazmiño piensa también en medidas de protección a fiscales, jueces y periodistas. “Este tipo de crimen organizado orienta sus ataques hacia quienes van a hacerse cargo de las causas penales y a informar sobre estas”, reflexiona.

Según el experto, “si esta amenaza se enfrenta con una visión nacional, es posible encapsular el problema que hoy se vive en la frontera norte”.

Los consultados por este Diario coinciden en que la ayuda que pueda brindar Estados Unidos será valiosa para la lucha contra el complejo problema que acontece en la frontera norte.

“Ese país tiene lo más importante, que es la tecnología. Dispone de formas de control de territorio que permiten detectar la presencia y movimiento de personas, de centros de acopio, de áreas donde se está produciendo la droga”, explica Moncayo.

El embajador de Estados Unidos en Ecuador, Todd Chapman, declaró recientemente que se requiere un pedido oficial del Gobierno de Lenín Moreno para posibilitar una asistencia militar, a través de una oficina instalada en nuestro país.