Violencia y agresion a mujeres

La convivencia humana, conforme avanza la sociedad y se perfeccionan sus relaciones interpersonales, va presentando aspectos contradictorios. Se supone que a mayor avance de la cultura, de la civilización y ante el incremento de conciencia de los valores, menores debieran ser los hechos y procesos que evidencien muestras diversas de agresividad y violencia contra la mujer.

El modelo ideal de convivencia humana está cuestionado, pues en él se dan acciones de ataque y de violencia, física y psicológica contra las mujeres. Ellas, a lo largo de la historia, han tenido que batallar en duras jornadas para que las políticas de exclusión, acciones de invisibilización y el no reconocimiento de sus derechos terminen.

Sin embargo, en el mundo actual y en nuestro país las acciones y reacciones instintivas, casi primitivas contras las mujeres, incluso en el siglo XXI, no cesan. En el Ecuador, y en muchas de sus ciudades, diariamente, a través de los distintos medios de comunicación y por denuncias de las víctimas, se conocen múltiples acciones de violencia de género.

Se dice que mucho se ha avanzado en la implementación de políticas de inclusión y en diferentes acciones que promueven el reconocimiento de los derechos de ellas, que rechazan cualquier acto de violencia en contra de las mujeres. En el Código Penal y en otras normas jurídicas ya están tipificados los castigos y sanciones que deben recibir quienes atentan contra el género femenino. No obstante, ellas siguen siendo objeto de vejaciones, humillaciones, maltrato psicológico y golpes, y hasta de horrorosos actos de femicidio.

En lo que va de 2016 (enero-noviembre) se han registrado 80 femicidios en el país. Guayas tiene 14. En cuanto a violencia, física y psicológica contra este género, el 2015 registró 4.620 casos. A julio del 2016 hubo 6.368. Esto evidencia un ascenso de violencia contra la mujer. Tal hecho debe dar lugar a la toma de conciencia para detener estas acciones y los efectos que ellas generan.

Es necesario que este problema no esté solo en el Derecho Penal sino que forme parte de la educación social cotidiana. Es preciso que en las instituciones educativas se promuevan normas, formas sociales y culturales de respeto a las mujeres. Es fundamental que la llamada igualdad y el reconocimiento de derechos no sean solo normas sino parte importante del convivir ciudadano.