La trampa del juicio politico

Los demócratas de Estados Unidos han cometido un grave error al iniciar procesamientos de juicio político contra el presidente Donald Trump. Están reproduciendo el juicio político republicano de Bill Clinton en 1998, ejercicio inútil que perjudicó a los republicanos, mejoró el poder de Clinton y causó daño institucional. El común denominador de los dos juicios es que resultó evidente que el Senado de EE. UU. nunca pronunciaría una condena, que exige una mayoría de dos tercios. A los 45 demócratas del Senado no los ponía contentos que Clinton jurara en falso ante un gran jurado, obstruyera a la justicia y tuviera una relación sexual extramatrimonial con una becaria de la Casa Blanca. Pero no creían que este comportamiento fuera motivo para destitución del cargo. Los republicanos que lideraban el juicio político sabían que pocos demócratas en el Senado, o ninguno, pronunciarían una condena (ninguno lo hizo). Pero los republicanos esperaban incomodar a los demócratas y perjudicar a Clinton, convencidos de que obtendrían algunas bancas en la elección de noviembre de 1998 al iniciar los procedimientos de juicio político antes de esa fecha. Se equivocaban. La popularidad de Clinton creció después tras los procedimientos de juicio político. Algunos defensores del juicio político dicen que la gravedad de las acusaciones contra Trump garantizará su condena. Pero ya hemos pasado por esto antes. Los demócratas que aborrecen el acoso sexual y el perjurio respaldaron a Clinton porque consideraban que la alternativa era peor. Los republicanos harán la misma especulación. Otros sostienen que aun si Trump no fuese destituido, el juicio político en la Cámara Baja (que la mayoría demócrata prácticamente garantiza) enviará una señal contundente de que el comportamiento del presidente viola los valores norteamericanos. Pero el juicio político tiene su propia lógica discursiva: una vez que los demócratas lo inician, ganan o pierden. Si pierden, serán vistos como los perdedores que malgastaron recursos públicos para un objetivo inútil. Otros creen que el juicio político revelará que Trump ha cometido crímenes o ha traicionado al país de maneras todavía no reveladas, o transmitir la gravedad de todos los actos indebidos del presidente de manera tal que galvanice a la población. Pero la permeable administración Trump ha mantenido pocos secretos hasta la fecha, y gran parte de su comportamiento se ha normalizado, al menos para sus seguidores republicanos. Los procedimientos de juicio político, a diferencia de los procesos judiciales, son un mecanismo engorroso para desarrollar evidencia. Nada nuevo se sabrá sobre Trump. La mayor habilidad de Trump es la de transformar a sus acusadores en acusados. El Congreso es un órgano colectivo. Sus miembros están en deuda con los votantes en distritos o estados específicos y no en el país en su totalidad. Los demócratas de la Cámara pertenecientes a distritos más liberales temen ser derrotados en las primarias por adversarios anti-Trump más convincentes. La única manera de contrarrestar esos desafíos es respaldando el juicio político. En la medida que más demócratas se suban al tren, más demócratas moderados se sumarán para evitar verse como defensores de Trump. La misma lógica política que atrapó a los republicanos en 1998 se aplicará a los demócratas en 2019.