Talentos

Me quedé estos días a cargo de cinco de mis once nietos... ¡es un placer cuidarlos!

Siempre he creído que, en mi caso, Dios me muestra su amor a través de esos pequeños ángeles que pululan en mi vida. Una de las nietas me acompañó a misa este domingo. Y el evangelio de Mateo, a través de la palabra, habla de los talentos.

Mirarla a ella y pedirle a la Mater que todos mis nietos puedan desarrollar de la mejor forma posible sus talentos para el bien común, fue una reacción inmediata. ¡Qué exigencia más grande! y qué oportuna idea para hacer una evaluación de cómo estamos usando y haciendo crecer nuestros talentos, justamente a un mes de recordar el nacimiento de quien transformó la historia y nos trajo la mejor lección de amor. Amarse los unos a los otros, como Él nos amó hasta dar la vida. ¡Qué difícil es amar más que a uno mismo! Pero esa y solo esa es la gran lección del cristianismo. Por ella seremos evaluados algún día.

Vale la pena entonces preguntarnos. ¿Sabemos cuáles son nuestros talentos? Hay unos más fáciles de identificar, aquellas habilidades que tenemos desarrolladas de una forma natural y consciente. Por ejemplo: cantar, pintar, escuchar a la gente, planificar, organizar, ordenar, etc. En cambio, otros simplemente estamos conscientes de tenerlos, o creemos que es normal tenerlos y que todo el mundo los tiene. Si acaso los tenemos, somos especiales.

La propuesta es sencilla, aprovechemos la renovación que trae la preparación para la Navidad, tomemos un papel en blanco y listemos las cosas que hacemos bien, aquellas que sabemos, o mejor aún, preguntemos a aquellos que nos conocen bien, ¿qué capacidades creen que tenemos? Seguro que nos llevaremos más de una sorpresa.

En su libro “Una vida con propósito”, Rick Warren, te dice que ese inventario es vital, ya que fomentar el desarrollo de esos talentos es vivir con propósito, lo demás es simplemente existir. Pongamos pues en práctica el crecimiento de nuestros talentos para el bien común.