La situacion actual del Ecuador

Me gustaría contribuir al optimismo pero me es imposible escamotear una realidad que yo mismo comento cotidianamente, promoviendo realizar un esfuerzo consensuado para superarla.

Así, reconociendo que planteados los problemas como un conjunto el diagnóstico de la situación del Ecuador actual puede resultar escalofriante, no me ahorro el hacerlo intentando ponerles remedio, logrando despertar las conciencias ciudadanas que empiezan a manifestar los síntomas del peligroso letargo generado por la sensación de que ya todo está por acabarse y que todo se resolverá eligiendo bien esta vez.

El nuevo riesgo mayor, visible en estos días, es avanzar sin freno a la venezuelización de la República. Por de pronto, es dudosa la calidad de Estado de derecho que vivimos. Y es notable la ofensiva contra las FF. AA. Yo me atrevo a llamar dictadura al actual régimen, pero concedo el calificativo a cualquiera con el que se desee designarlo para no perdernos en discrepancias de valor relativo frente a las otras patologías sociales y políticas que estamos sufriendo. El crecimiento del narcotráfico, también el de los adictos, por ejemplo, es inocultable y eso no tiene otra posibilidad para así ocurrir que la existencia de complicidades de alto nivel en distintas esferas de la vida nacional, tal cual ha podido probarse en situaciones semejantes en terceros países.

Obviamente, la corrupción es parte sustantiva del síndrome y como se retroalimenta, crecerá a la sombra de un mayor grado de impunidad, si no se le pone freno aquí y ahora.

Mientras tanto, se notan cada vez más visibles sus efectos en la mala calidad de la administración de justicia, tarifada en muchos o pocos casos, siempre demasiados a mi criterio.

Por el estilo, y debe priorizarse entre las inquietudes ciudadanas, el constante ataque a los medios de comunicación independientes, que mantienen las escasas voces críticas que se atreven a pronuniciarse, es otro reflejo de que se busca garantizar plena impunidad y que definitivamente, si las cosas siguen como están, nadie puede asegurar que todo cambiará pronto. Queda dicho.

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