
Shirma Guayasamin: mucho mas que arte
No crecer bajo su sombra la impulsó, muy joven, a estudiar Arquitectura en Francia, pero al encontrar la escultura, se entendió a sí misma con una expresión propia.
No crecer bajo su sombra la impulsó, muy joven, a estudiar Arquitectura en Francia, pero al encontrar la escultura, se entendió a sí misma con una expresión propia. Y, dice, aunque muchas puertas se han abierto en el camino, por ser quien es, otras, ella misma ha cerrado, intentando distanciarse de esta figura enorme y tan presente en el arte ecuatoriano.
En su departamento, rebotan, simultáneamente, la luz y la sombra, como un reflejo exacto de su vida. En cada espacio posible hay piezas de invaluable valor que le ha tocado por doble vía. Lo de Oswaldo Guayasamín, tuvo que pelearlo en infortunados juicios con la otra familia que el pintor tuvo. Y lo que logró, lo conserva celosamente en su templo, que es su hogar.
Sus canas revelan que el tiempo no pasa en vano, pero se mantiene regia. Cada detalle que la compone tiene un significado para ella y le saca partido. Destila un perfume suave, un poco amaderado, que envuelve cada esquina por donde va. En su mirada y porte está su madre, y en su arrojo, va la cuota firme de su padre. Segura de sí misma, se siente cómoda con la soledad que la acompaña, luego de cuatro matrimonios que no le dejaron nada. Pero el recuerdo de su madre regresa constantemente y con gran orgullo habla de ella.
Luce DePeron, nacida en Francia, fue una mujer extraordinaria, con gran relevancia en el arte y la cultura. Escritora, escultora, coleccionista de piezas arqueológicas, diseñadora de joyas, y una ferviente impulsadora de todas las manifestaciones artísticas y culturales. Creó el primer centro de arte del país —Centro Arte— donde aglutinó a los más destacados artistas del medio, impulsándolos con exhibiciones, presentaciones, conciertos y más. “Es un privilegio ser su hija. Tenía una mente lúcida y profunda, una persona abierta, honesta, muy carismática. Gran artista y escritora”.
Y luego, con un vaho de tristeza habla del matrimonio fallido que tuvieron sus padres, quienes se divorciaron luego de 7 años de convivencia. Recuerda el momento como un gran reventón que duró largos años de batalla. Después de la vorágine, Shirma y sus hermanas crecieron con un padre distante y alejado, absorbido por la fama y el talento que bullía en él. Pero Luce no falló, y fue quien sacó adelante a sus hijas por cuenta propia. Sus ojos se nublan y dice que la relación insípida con el famoso artista dejó un vago sabor de nostalgia y un grito de reclamo a la vida: “Mi infancia estuvo marcada por el conflicto entre mis padres con un mal divorcio. A mi papá lo veíamos muy poco, pero mi mamá luchó por educarnos y crecimos rodeadas de arte ¡La mejor educación!”.
Hoy, las raíces de Shirma se centran en sus hermanas y en Damián Cruz DePeron. Dayuma, cuenta, es multifacética en sus expresiones plásticas y Yanara, directora de cine. En tanto, Damián, hijo del matrimonio de Luce con Iván Cruz, es especialista en Marketing de grandes marcas.
Cálida y con un temperamento forjado en batallas dice: “Vengo de muchas historias, de una familia intensa, de estudiar y vivir en muchos lugares, de tener un montón de maridos, de viajar, de mi propio viaje interior, y, finalmente, de constantemente buscar cómo nutrirme intelectual y espiritualmente”.
La escultura, su ruta
En su búsqueda personal, descubrió la cerámica en París y se enamoró, siendo muy joven y casada con un francés. Más tarde, se volcó en la escultura cuando vivió en San Francisco, Estados Unidos, en su segundo matrimonio, esta vez con un músico cubano.
Luego, en España, estudió escultura en Artes y Oficios y, en Nueva York incursionó en la escultura contemporánea. Mientras en Quito, como oyente en la facultad de Arte de la Universidad Central, aprendió a trabajar el metal, y aquello la cautivó.
Así, poco a poco fue aumentando el tamaño de sus creaciones, hasta llegar al gran Cóndor que atrae las miradas de miles de conductores que circulan por el intercambiador de la Simón Bolívar y avenida Oswaldo Guayasamín. Gran obra donada por un contribuyente que prefiere el anonimato.
Actualmente trabaja en otra gran escultura que medirá más de 19 metros: “Es una obra monumental pública, en homenaje a uno de los próceres de la Independencia que pronto será entregada a Quito, para ubicarla en un gran parque”. Se trata de otro encargo privado para donar a la ciudad. A la vez, Shirma continúa trabajando en obras escultóricas de luz. Un tema que le apasiona.
Una mujer libre y completa
Después de todas las batallas libradas, dice orgullosa: “Queda en mí el amor por el arte y lo que soy, una mezcla de culturas y el resultado de fuertes personalidades... ¡Una luchadora permanente! Queda también el agradecimiento a mi padre, a mi madre por todo su trabajo y honrada de llevar sus apellidos”.
Y a nosotros nos queda la visión de una mujer excepcional, que ha sabido enfrentar con coraje y valentía el apellido que heredó. Hoy, a sus 62 años, sin los hijos que no quiso tener, y con su propia historia a cargo, se siente libre y dispuesta a seguir aprendiendo todo lo que pueda, sin parar. ¡El tiempo apremia!