Sanciones economicas a Corea del Norte

Cuando en una señal descarada de rechazo a las nuevas y duras sanciones de las Naciones Unidas, el régimen del líder norcoreano Kim Jong-un disparó un misil balístico sobre la isla japonesa de Hokkaido, ubicada al norte -su segundo lanzamiento sobre Japón en menos de tres semanas-, demostró que las sanciones todavía no son lo suficientemente duras. Las últimas sanciones limitan las importaciones de petróleo, prohíben las exportaciones textiles y penalizan a determinadas entidades de gobierno norcoreanas. Luego de la respuesta de Kim, deberían interrumpir todo comercio con Corea del Norte, e incluso frenar todas las importaciones de combustible. Corea del Norte es uno de los países más insulares del mundo. Esa insularidad es una maldición para el pueblo norcoreano que viene sufriendo desde hace tanto tiempo, pero una ventaja para una estrategia basada en las sanciones, porque hace falta un solo país para que funcione: China, que desde una perspectiva económica, es el único que realmente cuenta para Corea del Norte, ya que controla alrededor del 90 % de su comercio exterior y suministra casi todo su combustible. La pregunta es si una penuria económica induciría a Corea del Norte a cambiar su política nuclear. Aunque es imposible asegurarlo, un análisis de la economía del programa nuclear de Corea del Norte sugiere que podría ser así. Contrariamente a la percepción popular, las armas nucleares son armas de los pobres -extraordinariamente baratas comparadas con los armamentos convencionales-. Por lo tanto, hacen falta sanciones más duras para aumentar el precio económico que el régimen debe pagar por su programa nuclear. Aun si Corea del Norte no cambia su política, el total aislamiento económico puede traer aparejado el fin de su programa nuclear, al sembrar la discordia interna y, en definitiva, desatar el colapso del régimen. Sin embargo, China espera evitar precisamente ese desenlace; le preocupa que el colapso del régimen de Kim alimente una importante crisis de refugiados, con millones de coreanos filtrándose por su frontera en busca de alimentos, refugio y seguridad -y, en el proceso, imponiendo serios costos económicos y sociales a China-. Es más, los líderes chinos temen perder el amortiguador norcoreano que separa a China de las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur. Dada la creencia generalizada en los círculos políticos de China de que EE. UU. espera, secretamente, volver a librar la guerra coreana y establecer una Corea única aliada de EE. UU. en la frontera de China, la potencia de este temor no debería subestimarse. Persuadir a China de aislar económicamente a Corea del Norte exigirá que la comunidad internacional establezca cierto acuerdo con respecto a cómo se manejaría un colapso del régimen, con un ojo puesto en apaciguar las principales preocupaciones chinas. Toda la comunidad internacional, pero especialmente EE. UU., debe prometer explícitamente que si el régimen de Kim colapsa, no perseguirá la reunificación. En cambio, China debería ejercer una custodia política esencial de Corea del Norte en caso de que surja un vacío de poder. Asimismo, y especialmente EE. UU., Japón y Corea del Sur- deberían comprometerse a compartir los costos gigantescos de acoger a los refugiados y reconstruir la economía de Corea del Norte; una garantía de que China no terminará siendo el único país en asumir la carga. Es hora de abrir los ojos. La amenaza nuclear planteada por Corea del Norte es seria, inmediata y requiere de una respuesta audaz. No es momento de verse limitado por convenciones.