Salvar a los refugiados y a Europa

la crisis de refugiados en Europa ya empujaba a la Unión Europea hacia su desintegración, cuando encima impulsó el voto británico por el “brexit”. Todo esto ha dado sustento a movimientos xenófobos y nacionalistas que intentarán ganar diversas elecciones próximas, entre ellas las nacionales en Francia, Holanda y Alemania en 2017, un referendo sobre la política europea de refugiados que se celebrará en Hungría el 2 de octubre, y la repetición de la elección presidencial austríaca el 4 de diciembre. Pero en vez de unirse y cooperar para resistir esta amenaza, los Estados miembros de la UE se han lanzado a aplicar políticas migratorias centradas en sus propios intereses a costa de sus vecinos (como la construcción de vallados fronterizos), que aumentan la fragmentación de la Unión, perjudican seriamente a los países europeos y subvierten normas internacionales de derechos humanos. ¿Cómo sería una respuesta integral? Cualquiera sea su forma final, se apoyaría en siete pilares. Primero, la UE debe aceptar, en forma segura y ordenada, una cantidad sustancial de refugiados directamente desde los países en la primera línea del conflicto. Segundo, debe recuperar el control de sus fronteras. Tercero, necesita financiación suficiente para una política migratoria integral. Se calcula que serían al menos 30.000 millones de euros al año, por varios años -las ventajas de invertir una oleada importante de dinero toda junta al principio, en vez de repartida a lo largo de varios años, son enormes-. Cuarto, la UE debe crear mecanismos comunes para la protección de sus fronteras, la evaluación de solicitudes de asilo y la reubicación de los refugiados. La unificación del proceso europeo de asilo desincentivaría los intentos de abuso del sistema (“asylum shopping”) y recrearía la confianza entre los Estados miembros. Quinto, se necesita un mecanismo voluntario de asignación de destinos a los refugiados. La UE no puede obligar a los Estados miembros a aceptar refugiados que no quieren, o a los refugiados a ir a países donde no son bienvenidos. Un esquema como el que usa Canadá podría servir para conocer y coordinar entre sí las preferencias de los refugiados y de las comunidades receptoras. Sexto, la UE debe ofrecer mucho más apoyo a los países que albergan refugiados, y ser más generosa en relación con África. En vez de usar los fondos de ayuda al desarrollo al servicio último de sus propias necesidades, debe ofrecer a los países receptores un megaacuerdo auténtico centrado en las suyas. Esto implica crear empleos en los países de origen de los refugiados, lo que reduciría la presión por migrar a Europa. Y por último, la creación de un entorno abierto a la recepción de emigrantes económicos. Dado el envejecimiento de la población europea, las ventajas que aportan los inmigrantes superan con creces los costos de su integración. Está suficientemente probado que ellos pueden contribuir considerablemente a la innovación y el desarrollo si se les da la oportunidad.

La de los refugiados no es la única crisis que enfrenta Europa, pero es la más apremiante. Un progreso significativo en esta cuestión haría más fácil encarar las otras, desde la irresuelta crisis de deuda griega y las consecuencias del “brexit” hasta el desafío planteado por Rusia. Todos los que quieren la continuidad de la UE deben unirse en pos de ella.

Project Syndicate