
El running femenino y el miedo al acoso callejero
La intimidación puede reflejarse en un simple comentario o piropo, hasta rayar en una persecución y en el intento de tocar a las deportistas.
Lizbeth se prepara para el entrenamiento. Se recoge el pelo con una cola de caballo. Elige sus habituales shorts y su camiseta de ejercicios. Se coloca sus zapatos, su reloj y sale de su cuarto. Sin embargo, regresa. Se plantea si una mejor idea sería usar licra y una camiseta más holgada. Se cambia de ropa; quiere evitar ser víctima de acoso.
A esta decisión se enfrenta Lizbeth Ávalos, una corredora de 20 años, que como gran parte de la población femenina que practica el running, ha sido víctima de acoso callejero. Aunque está consciente de que su forma de vestir no debería incidir en convertirse o no en un blanco, sin embargo, sigue cambiándose de ropa como medida de prevención.
La intimidación puede reflejarse en un simple comentario o piropo, hasta rayar en una persecución y en el intento de tocar a las deportistas.
Susan Quiñones es ‘runner’ desde hace 20 años y agrega que sus principales hostigadores son los choferes y los motorizados. Ella percibe que para su sexo practicar el running es más difícil, “sí nos frena un poco el hecho de ser mujeres, porque sufrimos de persecución por parte de los hombres”.
Lizbeth salió a correr aquella noche. Se detuvo. Bebió de su tradicional termo verde y continuó su marcha. Por ese día ella pudo hacer deporte, pero confiesa que, a veces, cancela un entrenamiento por no correr sola. El motivo: temor al hostigamiento masculino.
Óscar Roldán, fundador del grupo Tótem Running, asevera que los integrantes se protegen mutuamente. “Intentamos cuidar a las chicas. En ocasiones bajamos la velocidad para acompañarlas y evitar el acoso”. Con esta técnica concuerda Joffre Pincay, administrador de la agrupación Fast Running Guayaquil. Según él, en los parques el acoso no es frecuente, “en las calles suele pasar más porque no hay control”.
EXPRESO realizó una encuesta a través de la red social Facebook sobre medidas para controlar el irrespeto. Sin embargo, muchos usuarios acusaron a las corredoras de ser quienes lo promovían a través del uso de vestimenta que ellos denominaban “corta”, demostrando que socialmente se culpa a la víctima y no al acosador.
Paola Andrade, activista social, advierte que “un acosador es un potencial violador”.
Su propuesta es que aquellos que cometan estos delitos sean encarcelados. “Solo allí podremos estar seguras”, puntualiza Andrade.
El acoso callejero no es un problema reciente. Su sanción está incluida en el art. 170 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), con penas desde 3 hasta 10 años, según sea la gravedad del caso.
Instituciones como la Cruz Roja, con su campaña ‘No es piropo, es acoso’; Fundación Metrovía, con ‘Que no te toque’, y el Municipio, con su reciente programa ‘Amiga, no estás sola’, suman iniciativas que tratan de enfrentar el problema del acoso en las calles.
Mientras tanto las ‘runners’ siguen aspirando a que, al igual que los hombres, su mayor oponente sea el cansancio y no el acosador que las abordó cuando practican su rutina.