La Revolucion Cultural y reconocimientos del exterior

De los años 60 es su libro Cristo mío, en 120 págs., explicativo de su proceso interior desde que llegó a jesuita en 1954 hasta su salida doce años después, con la oposición de su padre, su felicidad inicial, los estudios clásicos, la influencia del Concilio Vaticano II y su compromiso con las ideas de la Iglesia de la Liberación. Época formativa y definitoria sin lugar a dudas, de manera que el país le debe al ratio “studiorum” de la Compañía de Jesús nada menos que a un Hernán Rodríguez Castelo.

Ya de seglar inició un vertiginoso ritmo de vida alternando ratos de bohemia con otros de obra seria y sustantiva. Carlos de la Torre Reyes le abrió las puertas de El Tiempo de Quito y el 1 de junio del 66 inició una página cultural diaria que duró diez años, con el quehacer artístico, literario, científico, bibliográfico y cinematográfico del país. Esfuerzo múltiple que al principio realizó solo y después a medias con algunos colaboradores. En una hora en que casi no había actividad crítica, su trabajo resultó especialmente importante. Algunos de estos textos de crítica se recogieron en 1970 en Cuenca, en el libro Señales del sur, en 94 págs. En el mismo diario publicó una larga lista de entrevistas biográfico-críticas a figuras ecuatorianas que consideraba de talla latinoamericana, editadas tardíamente en el libro Nuestros latinoamericanos vistos por sí mismos, Banco Central, Quito, 1996.

El que apareciera una página diaria dedicada a la cultura era y sigue siendo una novedad en el periodismo nacional, acostumbrado a tener una sección cultural solo en el suplemento dominical. Mantenía dos columnas, una los sábados, llamada Microensayos, y otra que salía dos y luego tres veces a la semana, denominada Idioma y estilo, que luego apareció por mucho tiempo en EXPRESO de Guayaquil, siendo una lástima que sigan desperdigados esos artículos; cada uno de ellos es una obra maestra de ciencia y síntesis. Podrían formar varios interesantísimos volúmenes.

En EXPRESO inició una larga trayectoria de lingüística e inspirado en la revista española La Codorniz, instituyó una Cárcel de Papel que ayudó sensiblemente a mejorar los niveles de uso del castellano en el Ecuador. Con estos escritos “introdujo una época en el periodismo nacional.” y para responder a una de las necesidades más sentidas en el medio publicó un Tratado práctico de puntuación, Editorial Santo Domingo, Quito, 1969.

A la caída de la Junta Militar de Gobierno el 66, con varios intelectuales promovió la Revolución cultural para devolver la autonomía perdida a la CCE. Fue uno de los que tomaron el edificio institucional el 25 de agosto de ese año y el movimiento dio inicio a una profunda reestructuración que la democratizó y tornó más operativa. Elegido nuevo presidente Benjamín Carrión, colaboró con él en varias iniciativas y tareas, y publicó Revolución cultural, crónica y análisis de tan decisivo acontecimiento, CCE, 95 págs. Quito, 1968, calificada de ensayo polémico porque fundamentaba los lineamientos principales del movimiento que acababa de triunfar, un poco parricida por cierto, pero necesario para el ajuste con la realidad. Esta obra lo situó entre los más importantes culturólogos de Latinoamérica y fue contratado por la ONU para asesorar al Ministerio de Cultura de Bolivia.

La CCE le editó el libro de teatro de la primera serie Quito, 1967, con tres piezas de su autoría en 171 págs. El pobre hombrecillo, La fiesta y El hijo. De esta última opinó Ricardo Descalzi que es una obra profundamente humana, que desgarra y expone al hombre solo, deambulando en medio del caos, piezas donde se siente un contenido revolucionario de tipo cristiano. También había escrito para teatro El Principito, adaptación del libro de su nombre; La conquista del reino y Feliz día señor San José.

En 1967 contrajo matrimonio con Pía Cabrera Velásquez, riobambeña, quien había sido una de sus alumnas en las aulas universitarias; hogar estable y tres hijos: Sigrid, Cristian y Selma. Apasionado por el cine, ese año fundó y dio cursos en el Cine Club de la Crítica, que funcionaba cada lunes y servía para discutir asuntos de moral y cine. Igualmente editó un pequeño manual Cine Cursillo y con motivo del estreno del filme sueco El Silencio, escribió varios ensayos que dedicó al director Ingmar Bergman.

El 84 editó en el No. 112 de la Biblioteca Ayacucho del gobierno de Venezuela, un estudio en 306 págs. con selección de textos, erudito prólogo y muy completa cronología sobre el período jesuítico (siglo XVII), denominado Letras de la Audiencia de Quito.

El 68 integró la Comisión que elaboró la nueva Ley de Cultura, apareció en la CCE el 69 un Cursillo elementalísimo de cine en 40 págs. y el Tratado práctico de puntuación en 273 págs., que vio una segunda edición al año siguiente.

En junio del 70 España le confirió la Encomienda de la Orden del Mérito Civil y fue incluido en el Repertorio de Hispanistas que se preparaba. El gobierno alemán lo invitó a una gira por varias ciudades y en la Casa de Beethoven. El 10 de febrero del 71 la Academia Ecuatoriana de la Lengua lo incorporó a su seno con el discurso La historia del Reino de Quito, obra maestra de narrativa, siendo la primera ocasión en que se relievaron los méritos literarios que contiene este clásico ecuatoriano.