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La realidad del mercado cultural en Guayaquil

Los espacios de difusión se agrupan en dos zonas. La oferta es diversa, pero creadores y gestores sufren de falta de apoyo. Autores: Malú Pérez - Andrea Reyna - Kelly Almeida.

La Biblioteca de la Universidad de las Artes organiza ferias del libro como parte de su acción cultural.

La cultura cumple un rol fundamental para el desarrollo y calidad de vida; por eso, los productos intelectuales y culturales son medios esenciales para la creación, difusión, interpretación y retroalimentación de valores, convicciones y actitudes que fomentan el sentido de pertenencia de los ciudadanos. Los lugares de más interés incluyen museos, cines, teatros, salas de conciertos y festivales de música, bibliotecas, monumentos históricos y arqueológicos. Según datos de un informe de la Unesco de 2012, el 8,4 % de la población mayor de 12 años ha visitado, al menos una vez, estos sitios.

En Guayaquil, en 1992 se crearon proyectos liderados por administraciones municipales; sin embargo, las políticas públicas no eran prometedoras.

Ana Rosa Valdez, coordinadora del Premio Mariano Aguilera en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito, cree que las instituciones culturales públicas en Guayaquil sostienen formas tradicionales, como las exhibiciones de arte y los salones, que reproducen la noción de crear acceso al arte y la cultura como si estos estuviesen únicamente en las instituciones.

El Sistema Nacional de Cultura está organizado en cinco subsecretarías: Patrimonio Cultural, Memoria Social, Artes y Creatividad, Emprendimientos Culturales e Identidades Culturales, cada una encargada de políticas para regir entidades públicas o privadas que se integren al sistema.

Patricia León, artista plástica y gestora cultural, apoya esta transformación porque cree que es una manera de ordenar instituciones y quehaceres culturales que siempre han funcionado de modo disperso.

En cuestiones culturales los propios artistas han decidido gestionar sus trabajos. Pero las entidades gubernamentales encargadas de administrar las propuestas artísticas y culturales son el Ministerio de Cultura y Patrimonio y la Casa de Cultura Ecuatoriana.

Al primer organismo acuden con frecuencia artistas que solicitan ayuda económica. Para acceder a este beneficio los autores deben estar inscritos en el Registro Único de Artistas y Gestores Culturales (RUAC) para participar en el sorteo de Fondos Concursables. No obstante, los autores y movimientos independientes se oponen a entregar información confidencial al Estado. Para la entidad pública, la falta de formalización en la parte artística produce la carencia de cifras para asignar adecuadamente un presupuesto.

Melvin Hoyos Galarza tiene 40 años como gestor cultural, es director de Cultura y Promoción Cívica en el Municipio de Guayaquil y afirma que los gestores culturales trabajan según sus campos, pero todos con finalidades conjuntas: que la labor sobreviva a través de los años; la obtención de recursos mediante auspicios para la ejecución de las propuestas; trabajo en equipo; y que la ciudadanía consuma activamente dichos productos. Según dice, el trabajo del ministerio no es suntuoso y su gestión administrativa termina desanimando a los creadores.

María Paulina Briones, directora de La Casa Morada, señala que el Estado ha invertido más en la última década que en otras. El problema se encuentra en la repartición inequitativa de los recursos. Por esta razón, los colectivos consideran ineficiente su labor.

Para la entidad municipal, el evento con más acogida es el ‘Museo Itinerante’, una iniciativa que rescata la historia.

En cuanto a la producción cinematográfica, existe una cantidad significativa de películas dirigidas por ecuatorianos y que muestran situaciones problemáticas en el país.

La Escuela del Pasillo, bautizada en honor al compositor Nicasio Safadi, acoge a 100 alumnos (sin límite de edad) interesados en involucrarse en la música popular.

Sabrina Duque, periodista y escritora, percibe que Guayaquil renace de las cenizas y que hoy es posible apreciar iniciativas culturales como ‘Palabralab’, para mantener ese contacto humano mediante la literatura, un verdadero desafío en esta era digital.

A pesar de que en Guayaquil el mercado cultural se muestra diverso, el desconocimiento, desinterés y la falta de apoyo son algunas dificultades que atraviesan diariamente los gestores culturales.

Lola Márquez, comunicadora del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo, MAAC, trabaja en la difusión de programas para que turistas y ciudadanos conozcan la ciudad y sus memorias. Como institución, intentan forjar nuevos públicos (escritores, periodistas y artistas) que participen activamente en sus propuestas.

Al igual que el MAAC, sitios tradicionales ceden sus instalaciones a los artistas; mientras que el arte urbano se ha convertido en uno de los principales atractivos y medios de expresión.

Una muestra es la iniciativa municipal que cedió las paredes exteriores de Plaza Colón (av. Vicente Rocafuerte y calle Sargento Morán de Butrón) para que los artistas legalicen su trabajo. “Es necesario que las personas sigan apoyando el arte porque los grafitis son parte de nuestra cultura”, indica Carla Bresciani, artista urbana.

Otro factor que incide es la ubicación de los espacios culturales. Estos se han concentrado en el norte y centro de Guayaquil. La accesibilidad resulta una dificultad para usuarios que son ajenos a esas zonas. Los colectivos independientes han identificado esta anomalía, pero manifiestan que los encargados de encontrar soluciones a estas cuestiones son las entidades públicas.

María Paulina Briones explica que el sector público es el responsable de accionar este tipo de sitios, y acota que el trabajo de los gestores privados es ajeno a la realidad de su focalización. “No porque estés involucrado en el trabajo cultural implica que tengas que accionar en espacios que sean distantes a los tuyos”.

Elsa María Cortés Rada, coordinadora de la carrera de Literatura en la Universidad Católica de Guayaquil, expuso esta irregularidad en el Conversatorio de Políticas Públicas y Gestión Cultural.

La investigación refleja que el 72 % de los espacios culturales se encuentran en Urdesa y en el centro; mientras que el 61 % de la programación la protagonizan el teatro, la música y las artes visuales. La literatura y la danza son las ramas menos requeridas.

En este territorio predominan los establecimientos privados frente a las instituciones públicas y mixtas: tienen un 75 % de ventaja en esta área. Esto recalca la deficiencia en el trabajo para estructurar zonas y contenido creativo de parte de estos organismos.

Las iniciativas culturales han encaminado sus esfuerzos hacia la planificación y programación de actividades. De acuerdo con el Mapa Inicial de Oferta Cultural en Guayaquil, el 31 % de los movimientos han destinado sus acciones hacia el consumo; y el 14 % de ellos han tomado en consideración la formación de artistas como parte del desarrollo cultural. La creación, producción y distribución está por debajo de estas operaciones.

La investigación concluye que en el 81 % de los establecimientos no se crea ni se produce, solo se programa el contenido. Guayarte es un caso muy conocido de este fenómeno, un proyecto que prometió explotar las manifestaciones artísticas.

Disponer de un auténtico departamento cultural con agentes preparados es el anhelo primordial para difundir el arte. El levantamiento de datos también es fundamental para la formalización de espacios y la planificación de las propuestas; de esta manera, un censo cultural es una idea pertinente para conocer las actividades que se realizan y la distribución de presupuestos para artistas y movimientos.

Si bien el mercado cultural guayaquileño actualmente tiene diferentes manifestaciones, su propagación es aleatoria y no asegura la posibilidad de mantenerse.

Autores: Malú Pérez - Andrea Reyna - Kelly Almeida

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