Dos orenses observan la vivienda donde se formaba a las vírgenes del Sol, ‘ñustas’, que se preparaban para ser las esposas del Inca, dirigidas por las ‘mamacondas’.

Pumapungo, segunda ciudad del Incario

El trino de los pájaros sacando del silencio la paz de la naturaleza y el misterio de los restos ancestrales dejados por los incas y cañaris, convierten al Complejo Arqueológico de Pumapungo en un lugar mágico.

El trino de los pájaros sacando del silencio la paz de la naturaleza y el misterio de los restos ancestrales dejados por los incas y cañaris, convierten al Complejo Arqueológico de Pumapungo en un lugar mágico. “Aquí aprendemos, recordamos la historia y de dónde venimos”, expresaron Roxana Ayala y Andrés Sanmartín, una pareja de jóvenes venidos desde El Oro.

Ellos recorrieron las cuatro hectáreas que comprenden el complejo de más de 500 años de existencia, entre las ruinas y los vestigios de lo que fue la vivienda de Huayna Cápac, segundo complejo incaico en importancia después del Cuzco.

Pumapungo es ‘La puerta del Puma’, un sitio arqueológico y etnobotánico localizado en la margen izquierda del río Tomebamba, a 600 metros del puente El Vergel, entre las calles Huayna Cápac, Larga y 3 de Noviembre. Ahora es un lugar de esparcimiento.

Alex Luna, nativo de Mindo (Pichincha), vino con su esposa y tres hijos menores. En su recorrido explicó a sus vástagos en cada uno de los sitios lo que había aprendido en las clases de Historia en la escuela. “Aquí era una guarnición del ejército inca”, les dijo mientras fue respondiendo las preguntas de sus hijos. Un poco más allá estaban dos parejas de norteamericanos que apreciaban el ‘koricancha’, altar donde los incas y cañaris adoraban al dios Sol y dios Luna. Los extranjeros se fotografiaban junto a la reliquia ancestral.

Fue un sitio religioso de adoración al Sol y a la Luna. Su ubicación para los incas y cañaris fue privilegiada por la alineación de sus diferentes cerros y montes en relación con las estrellas.

Existe ahí un ‘acllahuasi’ (construcción nativa) en donde habitaban las ‘ñustas’, vírgenes del Sol, y realizaban la ritualidad de la cosmogonía inca, según los estudios hechos en 1923 por el investigador Max Uhle, sobre la ‘Ciudad del Tomebamba’.

En la época incásica, la actual Cuenca fue la segunda capital del Tahuantinsuyo.

Las vírgenes del Sol eran jóvenes de entre 11 y 12 años, escogidas por el Inca y que se preparaban para ser sus esposas. Ellas eran educadas por las llamadas ‘mamaconas’, quienes les enseñaban distintas artesanías. Las jóvenes eran cuidadas y protegidas por los conocidos eunucos, hombres castrados, para así garantizar la virginidad de las ‘ñustas’, según los escritos de Max Uhle.

Entre los vestigios es posible observar en la parte superior los cimientos de las ‘kallankas’ o cuarteles, desde donde los soldados vigilaban permanentemente este sitio sagrado.

En la parte superior se ubicaban los ‘Palacios Exteriores’, en donde posiblemente moraban los caciques cañaris. (F)