Certificación. Profesionales de distintas ramas se preparan para convertirse en futuros docentes universitarios.

Profesionales atrapados por ‘el bichito’ de la docencia

Un salón de clases variopinto. Un médico anestesiólogo, una ingeniera en Sistemas, una licenciada en Educación Superior, una ingeniera en Administración de Puertos, un ingeniero agrónomo, un ingeniero civil, un abogado, una contadora pública autorizada, un economista... variopinto y con un mismo fin: capacitarse en la docencia.

Las oportunidades atraen a unos; el entusiasmo y ese ‘bichito’ de enseñar impulsan a otros; el deseo de desarrollar nuevas habilidades en la enseñanza, a muchos más; el pensar en un futuro con mejores ingresos económicos, a otros cuantos.

En fin, objetivos variados que van por un solo camino, el de la enseñanza.

Un variado grupo de treinta y dos personas participan, por estos días y hasta mediados de noviembre, en un curso de “Certificación para docentes universitarios”.

Organizado por la Escuela de Negocios Humane, serán ochenta horas de aprendizaje y de compartir experiencias, técnicas, estrategias, herramientas y metodologías para el mejoramiento de sus habilidades de enseñanza.

Algunos como Carlos Avellán, médico anestesiólogo con cinco años en la cátedra de Anestesiología en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), lo tienen claro.

Él asegura que en su experiencia en la docencia se ha dado cuenta de que “no hay que ser un profesional exitoso para ser un buen docente, pero se debe aprender qué es lo que los alumnos buscan aprender, cómo lo quieren recibir y cómo hay que enseñarles”.

Nicole Wills-Espinosa, PhD y decana de la facultad de Ecología Humana, Educación y Desarrollo en la Universidad Casa Grande, apuntala la versión de Avellán, al resaltar la necesidad de seguir los procesos para crear aprendizajes verdaderos, que duren toda la vida.

Ella, quien fue capacitadora de un módulo de veinte horas dentro de este curso, admite la dificultad de llevar a ese aprendizaje duradero. Ejemplifica con las limitaciones que se ponen a aquellos estudiantes que preguntan mucho, que cuestionan al maestro o plantean inquietudes y se los limita.

Pero advierte que es muy difícil aplicar esas innovaciones en las aulas, “especialmente cuando hemos sido enseñados, criados con un sistema donde el modelo mental fue aprender de memoria. Pero tenemos que intentarlo. Y el enfoque es el estudiante”, precisa, dándole fuerza a la idea del anestesiólogo y catedrático.

Y para intentarlo, por esa vocación que lo empuja a enseñar y por las ganas de ser partícipe de esa mejora en la docencia, Óscar Román, ingeniero civil con una maestría en Impactos Ambientales, también busca capacitarse para ir a las aulas a compartir sus conocimientos. Sin desmerecer el hecho de que las mejoras económicas en el salario de los docentes sean un atractivo, él asegura que este deseo viene por los “genes de la familia, que son profesores”.

Una pasión que también la lleva Gina Caicedo, licenciada en Educación Superior con especialidad en Importaciones.

“Quiero en un futuro ser docente”, dice, aunque está consciente de que aquello “no es solo pararse ante unos alumnos y dar clases, va mucho más allá, es un trabajo que tiene como recompensa que lo que uno imparte tenga un impacto positivo en los estudiantes”.

Y en toda esa línea de la capacitación y el desarrollo personal en la docencia, Nicole Wills-Espinosa precisa que “al final, la educación tiene un gran objetivo final: el conocimiento”. Y para poder impartirlo hay que capacitarse, innovar.