El problema intercultural

En la visión y comprensión de lo que son y muestran las sociedades, especialmente cuando estas son diversas, emerge siempre un problema que puede ser manipulado cuando no es adecuadamente comprendido. Es el que se refiere a las relaciones interculturales entre los diferentes integrantes de esos colectivos humanos.

De ahí que desde las explicaciones de sociólogos, antropólogos, etnólogos, historiadores, psicólogos sociales, etc., se han creado diferentes espacios e instancias de discusión teórica, académica y científica. Sin embargo, no siempre lo que estos investigadores establecen llega a los ojos y a la razón de quienes debieran conocer y saber que la interculturalidad no solo es una relación de acción comunicativa sino un problema.

Lo es mucho más cuando la visión de la diversidad cultural, en medio de acelerados procesos de planetarización y de acción comunicativa global y tejida en redes, es pretendida ser negada para afirmar estrechos y dogmáticos nacionalismos que no dan cuenta de los procesos sociales y de las realidades históricas concretas.

Lo más grave que le puede pasar a un país democrático, plural y abierto como el Ecuador es que se le pretenda imponer una visión sesgada y dogmática de la diversidad cultural, la heterogeneidad étnica y las relaciones de ellas. Si se dice oficialmente que Ecuador es un país de cuatro mundos, no se puede pretender atribuir una idea de ellas a las restantes.

Por eso antes de hablar y pontificar erróneamente sobre lo que es la interculturalidad, lo primero por lo que hay que comenzar es por reconocer que el Ecuador es diverso regionalmente. Más aún, que esa variedad interregional también la tienen en su interior costa, sierra, Amazonía y Galápagos. Incluso es importante reconocer que las cuatro regiones son abiertas, plurales y de mestizaje continuo.

Es necesario señalar esto porque puede gestarse una visión unilateral y dogmática de la acción comunicativa intercultural. Lo peor que le puede ocurrir a una democracia activa es la posesión transitoria del poder de origen a imposiciones fundamentalistas y andinocéntricas de la efectiva práctica de la interculturalidad. Este es un problema que poco se ha debatido y no es adecuadamente comprendido.

Se amerita hacerlo con responsabilidad, sin coerciones ni sectarismos.