Si un gobernante de nuestra región quiere conocer lo que la prensa libre es, debe ver y oír las noticias de los medios estadounidenses, desde que Donald Trump fue electo presidente de EE. UU.

A diferencia de la cordial relación que ha existido, al menos en el período que he seguido muy de cerca las noticias de ese país, partiendo de la elección a la presidencia de John F. Kennedy, Trump ha querido desprestigiar a los medios e intimidarlos, pero estos, apoyados por la sólida institucionalidad de su país, actúan haciendo lo que deben: mantener informado al público, con base en el lema que por muchos años guió a El Telégrafo: “Sin temor ni favor”.

En esa nación hay libertad para llamar mentiroso al presidente y cuestionar sus supuestos logros; se lo hace a diario. Un invitado del canal de televisión MSNBC comentó que Trump es un mentiroso en serie; lo prueba reproduciendo lo que él dijo en rueda de prensa y discurso. Allá no hay superintendencias, órganos de control, ni los medios deben publicar por ley réplicas de quienes creen que han sido mal interpretados en hechos o palabras. En EE. UU. el sistema de peso y contrapeso entre los poderes del Estado es inviolable. Por ello un juez prohibió la orden presidencial de no permitir el ingreso legal de ciudadanos de 7 países, en la segunda instancia se mantuvo la prohibición y no se apeló a la Corte Suprema. También son inviolables los principios de las enmiendas constitucionales, como la primera: libertad de expresión.

Las ruedas de prensa iniciales de Trump como presidente son para criticar a los medios, afirmar que no entiende por qué lo odian, que habían publicado noticias falsas y que demandaba de ellos escribir la verdad. Los periodistas que asistieron no se sintieron intimidados e hicieron preguntas que en nuestros países significarían expulsión de la casa presidencial e incluso prisión.

Como bien señaló Barack Obama en la cena anual de los medios, la prensa libre hace posible que la democracia funcione; también expresó que muchos habían sido duros críticos con él, pero que entendía que era parte de su trabajo vigilar el resultado del suyo.

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