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Nuestro patrimonio moderno

Entre los debates sobre la arquitectura de Guayaquil se plantea si posee o no patrimonio arquitectónico. Aunque los desastres, la especulación inmobiliaria, la renovación urbana y el descuido han determinado la pérdida de testimonios valiosos de la arquitectura del pasado, su centro histórico mantiene aún su valor simbólico y la evidencia de su traza colonial. La ciudad posee, además, un valioso patrimonio arquitectónico moderno que se inicia tempranamente a inicios de la década de 1930, que debe ser estudiado y preservado acorde a sus particularidades y desarrollo histórico.

Ya el Complemento a la Carta de Venecia de la Unesco del año 1984 definía que el concepto histórico “no deberá limitarse a ningún período en particular, y no deberá excluir conjuntos que daten de períodos recientes”. En esa línea de pensamiento se ha ido creando conciencia sobre la necesidad de reflexionar en el aporte de la arquitectura del siglo XX como un legado relevante y digno de ser evaluado y preservado, gracias al aporte en Guayaquil de destacados arquitectos como Francesco Maccaferri, Fernando Shimanetz, Karl Kohn, Juan Orús, Joaquín Pérez Nin, Héctor Martínez Torres, Guillermo Cubillo, Alamiro González, Rafael Rivas, Modesto Luque, Xavier Quevedo, René Denis o René Bravo.

Sin embargo, muchos de los proyectos de esos arquitectos han sido derrocados o “modernizados” (sin importar que fueran patrimoniales), sin entender su valor para la memoria histórica de la ciudad ni su trascendencia para la arquitectura del país y Latinoamérica. En 1990 David Harvey explicaba cómo la modernización implica también destruir para volver a construir; decía: “La imagen de “destrucción creadora” es muy importante para comprender la modernidad, justamente porque proviene de los dilemas prácticos que enfrentó la implementación del proyecto modernista”.

Bajo el pretexto de modernización hemos perdido el valor de edificios como el INCA, Calero, Max Müller, Fiore, entre otros y ahora, se pretende, el del edificio Santistevan. Aún se está a tiempo de impedirlo.