
Nicole y Lupita, las dos caras de D’Mori
Son madre e hija. Y ambas, con su propio estilo, llevan impresa en la piel la historia de esta boutique.
Lupita Mori tenía 25 años cuando, junto a su hermana, sintió el bichito de apostar al nuevo centro comercial que abriría en 1979. Eran mujeres emprendedoras, sin ninguna experiencia en el negocio de la compra y venta de ropa, pero con el ímpetu de la juventud que hace capaz de vivir cualquier aventura. “Fanny vivía en Italia y sabía de moda. Era un tema que nos gustaba a ambas”. Pero como las ganas no son suficientes a la hora de montar una boutique, acudieron al Banco del Pichincha para obtener el correspondiente préstamo de ciento treinta mil sucres que les permitiría empezar con pie firme.
Las cosas se fueron acomodando poco a poco. Fanny era la encargada de hacer las compras en Europa. El trajín en Guayaquil lo vivía Lupita, para entonces casada y madre de dos niños. Ella se las ingeniaba para repartir su tiempo entre la familia y su recién estrenado oficio de empresaria.
Poco tiempo había pasado desde la apertura de D’Mori. Los trajes de dama italianos abrieron paso al mercado estadounidense. “Era un tema de logística y cercanía”. La discoteca Infinity estaba en todo su apogeo. Ubicada en la Víctor Emilio Estrada, era el lugar de reunión de todos los chicos y chicas amantes de la música disco, la salsa... el baile en general. Era el tiempo de los peinados ochenteros de melenas gigantes y grandes copetes. Las chaquetas de las chicas tenían grandes almohadillas y llamativos botones, las faldas eran largas y amplias y también estaban lo que hoy se conoce como jumpers.
Hasta que los dueños de la discoteca decidieron organizar fiestas temáticas. “Fueron los pioneros. Marineras, vaqueras, de sombreros...”. Y en una especie de convenio tácito, los jóvenes de aquel entonces sabían que en D’Mori encontrarían las prendas perfectas para estar acorde a la propuesta.
“También los canales de televisión nos buscaban para vestir a sus presentadoras y nuestra ropa estaba en las portadas y los reportajes de moda de las más prestigiosas revistas. Trabajábamos a cambio de publicidad”. Y, por supuesto, vestían a las candidatas y reinas de belleza.
También lo hacían artistas extranjeros cuando su equipaje no llegaba a tiempo o se les había dañado alguna prenda. “Pero, sobre todo, me da mucha satisfacción cuando recuerdo la colaboración con muchas fundaciones que organizaban desfiles de moda para recaudar fondos y ayudar a los más desproveídos”, dice Lupita.
Pero llegaron los tiempos difíciles. El sucre dio paso al dólar y duras medidas económicas de los gobiernos de turno se convirtieron en escollos. Lupita vio con tristeza cómo muchos locales ‘de la competencia’ empezaron a cerrar. “Gracias a Dios y pese a todo, nosotros hemos logrado mantenernos por 40 años”.
El paso generacional ha sido determinante. Apoyada en la nueva tecnología, Nicole Leimgruber, su hija, ha sabido ‘modernizar’ el negocio, no en su concepto esencial, pero sí en su promoción frente al público.
Ella no solo es ingeniera comercial, también tiene estudios de Marketing de la Moda en Florencia y el título de Escaparatismo y Visual Merchandising en Barcelona. Con Nicole empieza una nueva historia que complementa, con creces, los esfuerzos de su madre, aquella mujer emprendedora que vio en la novedad una gran oportunidad y que hoy puede darse el lujo de decir que en su tienda “ha vestido hasta tres generaciones”.
Entre ‘stories’ y redes sociales
Nicole tiene 36 años, y desde hace 15 entró de lleno en el negocio. Se confiesa tímida, pero sabe bien que una ‘story’ en Instagram es una buena promoción, y mucho más si ella es la cara de esas publicaciones.
Su formación le permite saber cómo manejar el giro del negocio. Pero también entiende la importancia de un escaparate arreglado con buen gusto.
Sabe cómo hacerlo, más allá de lo aprendido en las aulas de clase, la experiencia ha sido una gran maestra: a los 11 años ya acompañaba a su mamá para adquirir prendas en el extranjero. “La gente cree que esto es solo cuestión de comprar y vender moda. No es así. Detrás de esto hay mucha formalidad. Nos programamos para temporadas enteras, hay papeleo, tiempos que cumplir...”.
Con la innovación de la tecnología y conocedora de las tendencias más vanguardistas, Nicole reconoce que hay algo que no puede fallar: la confianza que inspira saber que son honestas y que hace que las clientas regresen una y otra vez.