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Las condiciones extremas en que deben estudiar no evitan que lo sigan intentando.EFE

La vuelta al colegio, entre escombros

Estudian bajo un sofocante calor dentro de carpas, pues las aulas fueron destruidas hace seis años por los bombardeos y la guerra en Yemen

En el patio de una escuela cerca de la capital Saná, se erigen unas carpas donde más de 700 estudiantes se apilan, segregados por géneros, para empezar un nuevo curso. Un año más, vuelven al colegio sin poder pisar las aulas destruidas hace seis años por los bombardeos y la guerra en Yemen.

“Es extremadamente difícil para los alumnos, alumnas y profesores soportar el calor sofocante dentro de las carpas”, dice Ruqaiya Musaed, profesora de Ciencias de tercero de primaria, mientras sale de una de las tiendas totalmente a oscuras en la que hay hasta 48 alumnos.

Fue en octubre de 2015 cuando aviones de la coalición militar capitaneada por Arabia Saudí destruyeron completamente ocho aulas de este edificio, ubicado en la aldea de Maqreesh, en el distrito de Bani Hushaish, a unos 20 kilómetros al noreste de la capital yemení.

Afortunadamente, los menores no se encontraban en las aulas durante el ataque, pero, seis años después, sufren esa destrucción al ver a diario los escombros de lo que un día fue su colegio.

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En las carpas habilitadas como aulas no hay sillas ni pupitres. Algunos estudiantes usan bloques de cemento para apoyar sus libros mientras inclinan sus cabezas para poder ver la pizarra, sentados en el suelo cubierto de barro por las recientes lluvias.

“Siempre se quejan de que les duele la espalda y de que no pueden ver bien la pizarra” por la falta de luz, lamenta la maestra, y añade que esta situación “les distrae y son incapaces de concentrarse”.

Los alumnos comienzan la jornada con varios ejercicios matutinos recitando en voz alta versos coránicos, mientras se difunden cánticos religiosos a través de un altavoz desde la única parte que quedó en pie de la escuela.

Zainab al Aghrubi, de 14 años, es una estudiante del penúltimo año de primaria. Ella y sus compañeros se encuentran entre los afortunados que reciben las clases en un aula en el edificio de la escuela y no en una carpa.

Sin embargo, Zeinab afirma que seguirán asistiendo a las clases “incluso debajo de los árboles”, en un tono desafiante y vestida con el uniforme escolar verde y el velo negro que le cubre la cabeza.

“Cuando nuestra escuela fue atacada, estaba devastada. Creí que no seguiríamos con nuestra educación”, agrega.

Educación
La zona quedó devastada y las escuelas no son reconstruidas.EFE

La coalición árabe, que apoya al Gobierno yemení reconocido internacionalmente, ha llevado a cabo 23.470 ataques aéreos en Yemen desde el comienzo de su intervención en contra de los rebeldes hutíes, en marzo de 2015, hasta finales de agosto de 2021, según la base de datos Yemen Data Project citado por informes de la ONU.

El director de la escuela de Maqreesh, Nabil Ghanim, subraya que los maestros no soportan el calor asfixiante que se siente en las carpas y salen a impartir sus asignaturas: “La situación es deprimente, tanto para profesores como para alumnos, pero no tenemos otra opción”, aduce.

Según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), más de 2.500 escuelas han sido total o parcialmente destruidas como resultado de la guerra iniciada a finales de 2014 cuando los rebeldes chiíes hutíes expulsaron de Saná al Gobierno del presidente Abdo Rabu Mansur Hadi y conquistaron amplias zonas del norte y el oeste del país.

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El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) aseguró el pasado julio que más de dos millones de niños en edad escolar no iban a la escuela y que dos tercios de los maestros en el Yemen, es decir más de 170.000 profesionales, no han recibido un salario regular en los pasados cuatro años.

La guerra ha tenido un efecto devastador sobre la educación, pero los yemeníes no renuncian a ella a pesar de estar sumidos en la peor crisis humanitaria del planeta, tal y como la ha calificado Naciones Unidas.

Ali Obiah, uno de los dignatarios de la aldea de Maqreesh, asegura que los menores “necesitan completar su educación incluso en una atmósfera tan inestable y anormal”.

“Hemos hecho todo lo posible para mantener a los niños en la escuela”, afirma.

Aunque admite que enviarlos a clase podría representar un “daño potencial” para ellos, no ofrecerles educación “es aún más peligroso”.