Los que vamos a morir
¿Mami, puedo tomar más sopa? ¡No! Te vas a tu cuarto castigada. Pero solo te pedí. La Constitución garantiza el derecho de petición, mami. ¡Qué Constitución ni que ocho cuartos! ¡Aquí mando yo! No solo soy jefa del poder culinario, sino del distributivo y del decisional.
Esto es lo que puede pasarle a los tres colectivos que firmaron la carta pidiendo tu destitución. Pero tienen razón: tú no eres juez. No puedes modificar los efectos de un contrato legalmente celebrado. Y no solo te estás arrogando la función de juez, sino otras expresamente prohibidas por los arts. 370 y 372 de la Constitución. Eso es causal de destitución según el art. 130 CRE. Solo un juez dentro de un juicio puede nulitar los efectos de un contrato celebrado ante notario, por escritura pública e inscrito en el Registro de la Propiedad. Y hálale las orejas al Ale por contradecirte, pues según él no se demandó la nulidad para que Guayaquil no se quede sin parque. O sea que legalmente procedía, sino que era inconveniente.
Pero si ahora es el dinero del Issfa, después podrían ser los depósitos de las camaroneras o las bananeras. O la propiedad privada de los ecuatorianos, como ya está pretendiendo hacer “Inmobilizare” con tierras de dominio privado en la península. Hay amplia documentación. Esperen las demandas personales y el derecho de repetición contra los abusadores, señores. Ya falta poco.
Pero vamos a los colectivos y tu destitución. No te enojes con ellos ni los enjuicies. No transportaron borregos. Les caes muy bien. Te quieren. Solo procuran que te vayas ya, para que no sigas endeudando a las futuras generaciones con 12 o 15 mil millones más hasta el 2017.
Si hubiera una justicia independiente, ellos jamás podrían ser procesados por ejercer su derecho constitucional de petición.
Nadie más ha tenido el valor de defendernos. Merecen el respaldo de la sociedad toda y no tener que decir: “Ave César, los que vamos a morir te saludamos”, pues al igual que la niña de la sopa, podrían ir a cana por querer salvarnos a todos de la debacle, al andar pidiendo pen... (se acabó mi espacio).
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