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Decisión. Alfredo es esmeraldeño y abandonó la ciudad que lo vio crecer por la ola de violencia y delincuencia.Henry Lapo/ EXPRESO

Migrar, una opción que toca la puerta de los esmeraldeños

Frente a las amenazas y el miedo prefieren comenzar de nuevo en otra ciudad. Su salida destruye más el mercado laboral local

El día que Alfredo salió de Esmeraldas no hubo tiempo para hacer las maletas. Llenó su vehículo de ropa y electrodomésticos pequeños. Cerró la puerta de su casa y se fue para comenzar una nueva vida lejos de la violencia.

A principios de ese año su casa fue baleada. “Claro que ya me habían avisado que me iban a secuestrar el auto y prender fuego”, cuenta el joven esmeraldeño, cuyo nombre real pide que no sea publicado por seguridad.

Aguantó todo lo que pudo en la tierra donde nació: las extorsiones, las amenazas y los permanentes sonidos de las balas. Pero después de que más de una vez le balearon su negocio y le pusieron bombas, llegó a la conclusión de que si se quedaba en Esmeraldas terminaría con un disparo en la frente.

Alfredo y su esposa se convirtieron en desplazados forzados por la inseguridad. Saben que no son los únicos ni los últimos esmeraldeños que huyen de la criminalidad, que este año ya se ha cobrado la vida de 426 personas.

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Aunque no hay datos sobre el número de personas que se han desplazado internamente por la violencia, Esmeraldas está inundada de carteles que anuncian la venta de viviendas o locales comerciales.

Uno de esos carteles pertenece a Marjorie. Ella tenía un taller de costura y su esposo tenía un tráiler. Hace dos meses salieron de Esmeraldas porque su hijo menor fue amenazado de muerte. “Todo comenzó cuando me empezaron a mandar mensajes de texto. Me pedían una ‘vacuna’ de 40 dólares al mes. Yo la verdad sí iba a pagar”. Sin embargo, cuando llegaron unos delincuentes, su hijo trató de defenderla y terminó golpeando a un delincuente con la misma arma de fuego que cargaba. “Nos amenazaron que nos iban a matar. Desde ahí no pudimos dormir. Nos tocaba encerrarnos en casa y vigilar que nadie venga”.

El hijo de Marjorie, de 17 años, viajó primero a Quito, donde un familiar. Luego ella.

Con Alfredo pasó algo similar. A él le pidieron una entrada de $ 2.500 y un pago mensual de $ 1.000 . Convencido de que la capital era la mejor opción, remató la mercadería de su local de ropa. Cuenta que tenía unos $ 20.000 en productos, pero vendió todo por $ 8.000.

Con ese dinero decidió comenzar de nuevo. Puso un restaurante y hoy vive en la casa de unos amigos, quienes le dan la mano mientras construye un patrimonio. “Todos en Esmeraldas queremos huir, porque no se puede vivir con miedo”.

Los conflictos entre bandas, el narcotráfico, la falta de empleo, la pobreza y la corrupción agobian a esa población. Las cifras del INEC de 2021 pintan un poco la situación. Esmeraldas tiene una tasa de pobreza por ingresos del 52,9 % (la cifra nacional es de 28,8 %) y el 25,3 % de los esmeraldeños viven en pobreza extrema (en el país la tasa es del 10,3 %). Esta situación vuelve a los jóvenes pobres más vulnerables a ser seducidos por el hampa.

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Cambio. Los habitantes se marchan y alquilan sus bienes o los ponen en venta.EXPRESO

Sobre la data que plasma la migración interna, este Diario consultó con el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) para conocerla, pero desde la entidad se refirió que esta data no se levanta desde esta cartera de Estado. Sin embargo, el MIES detalló que, actualmente, en Esmeraldas, se asisten a “niñas, niños y adolescentes, personas adultas mayores y personas con discapacidad a través de un programa especial para la erradicación progresiva de la mendicidad”. El cual tiene capacidad solo para 80 personas. Para este servicio el MIES destina un presupuesto de 76 mil dólares.

A este sentir de inseguridad se unen aquellos que salieron de la Provincia Verde hace muchos años para emprender en Guayaquil sus proyectos, como estudiar, trabajar e iniciar un negocio. Con el tiempo, lo lograron e incluso pensaron en extender el fruto de su esfuerzo en la ciudad que los vio crecer, pero todas estas ideas hoy claudican ante la escalada de violencia e inseguridad. “La cosa está bien complicada en mi tierra. En su momento, pensamos poner allá con mi papá el mismo negocio que tenemos acá. Pero ahora ni se nos ocurre. Con todo lo que se está viviendo en Esmeraldas, ya no es una opción”, analiza Ervis, de 44 años, quien comercializa cárnicos y fritada en el sur de Guayaquil.

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La crisis de inseguridad que vive la provincia es tal que familiares ya ponen sobre la mesa la idea de migrar a otras ciudades del país. “Hace unas semanas mis primas estuvieron aquí en Guayaquil de visita. Nos dijeron que quieren irse de Esmeraldas, que se quieren venir para acá. Aunque aquí también están feas las cosas. Están pensando también en irse del país”, comenta Ervis mientras atiende a clientes.

Al igual que Ervis, Dalia, de 60 años, conocida actualmente por su talento en la cocina, también migró desde Esmeraldas a Guayaquil para emprender una carrera como enfermera, pero hace 20 años empezó a comercializar desayunos en el sector Cristo del Consuelo, en el sur de Guayaquil. Su familia continúa en Esmeraldas, dice, y a pesar de no tener cerca a sus seres queridos, ellos pueden transmitirle a través de llamadas el sentimiento de inseguridad y miedo con el que viven, por la ola de violencia que azota a la provincia. “Mi familia me llama a contarme que tienen que cerrar sus negocios temprano porque está todo peligroso, no pueden vivir tranquilos. A veces los niños ni a clases van, está fea la cosa por allá. Y lo peor es que no se pueden ir porque no tienen a dónde, porque todo el país está así”, reflexiona Dalia.

Al preguntarle si llevaría su negocio hasta la tierra que la vio nacer, Dalia sonríe incrédula, como si se tratara de una mala broma, y pregunta: “¿Usted no ha visto la matanza que hay en Esmeraldas? Si yo pongo mi negocio de bolones allá, tendría que ponerme la paila donde majo el verde en la cabeza, para estar segura, porque en cualquier ratito se arma la balacera. Peligroso”.

La problemática repele a los esmeraldeños, donde la tasa de desempleo, según el INEC, es del 10 % (a nivel nacional, ese valor es igual al 5,2 %). Por ejemplo, María Esther Quiñónez, de 84 años, cuenta que le hubiese “encantado” ver a sus 22 nietos crecer en su tierra, Esmeraldas, o al menos que la visiten con frecuencia. “Pero ellos no van para allá, muchos ni conocen. Es que allá es lindo, sus playas, su comida y su gente, pero hay mucha pobreza, no hay buena educación ni oportunidades. Ahora está peor con la inseguridad. Por eso casi toda mi familia está acá en Guayaquil. Allá ya no hay nada de lo que yo conocí”.

Fuerza Pública

Para el Gobierno, la seguridad tiene como pilar la acción de las Fuerzas Armadas y la Policía. En la urbe hay alrededor de 1.500 uniformados. Sin embargo, la queja de la población es que la policía llega cuando las balaceras han terminado. Dicen que se demoran deliberadamente para no enfrentar a las bandas.

Las ventas

La migración y el cierre de los negocios han provocado que las ventas en Esmeraldas caigan. La facturación de la provincia fue de $ 1.234 millones entre enero y agosto de 2022, según el Servicio de Rentas Internas (SRI). Se trata de una reducción del 30 % frente al mismo período de 2021.

Comité de paz

Desde el 20 de octubre, la alcaldesa Lucía Sosa convocó a un comité del paz a varias instituciones de la ciudad y gremios productivos y civiles. El propósito es buscar estrategias para que la urbe solucione sus problemas de desempleo, desnutrición, pobreza y de acceso al agua potable.

Educación

Los padres en Esmeraldas tienen miedo de enviar a sus hijos a clases. Hay amenazas de bombas y también está presente la cultura de las bandas. Hay jóvenes que ya son parte de mafias y carteles, amenazan a sus pares y usan armas de fuego. El abandono escolar es otro fenómeno vinculado a la delincuencia.