Mercados emergentes de Trump

Es fácil sentir pena por México ahora que el presidente norteamericano Donald Trump lo ha convertido en piñata política. Si Trump se sale con la suya, la frontera norte de México tendrá un “muro enorme y hermoso” y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, crucial para la economía de México, se renegociará para satisfacer una agenda de “Estados Unidos primero”. Los mercados de capital y monetario de México pagarán el pato por la política monetaria y fiscal inestable de EE. UU. Pero México no es un caso único y su experiencia es relevante para todas las economías emergentes, porque Trump ha puesto en tela de juicio todo el marco del comercio y la apertura global. Pocos países han abrazado la globalización de manera más incondicional que México, una de las economías más abiertas del mundo. Y ha ido más allá, al abrazar el sector industrial como una manera de diversificar su economía y no depender tanto de la extracción de petróleo. Desafortunadamente, México y muchas otras economías emergentes comenzaron a adoptar estas políticas justo cuando la gran apertura de China se estaba acelerando. Sus industrias tradicionalmente fuertes, como la textil, no podían competir y prácticamente fueron aniquiladas, y las industrias incipientes que en algún momento se mostraban muy prometedoras, como los productos electrónicos de consumo, fueron aplastadas. Según Santiago Levy del BID, el rango de productividad entre las empresas mexicanas se ha ampliado drásticamente durante los años del Tlcan. Si bien la cantidad de empresas de alta productividad ha aumentado, la cantidad de firmas de baja productividad ha subido más. Levy sostiene que las compañías que sobreviven no crean más empleos, mientras que las firmas nuevas que sí crean empleos muchas veces son menos eficientes que aquellas a las que reemplazan. Para Levy, la informalidad y la ilegalidad están en la raíz de este fenómeno en México. El problema es que las reformas en materia de mejora de la competitividad no han llegado a la raíz del problema de la productividad. Las mejoras de la eficiencia de sus sectores exportadores se vieron contrarrestadas por políticas que sistemáticamente canalizan recursos hacia empresas de baja productividad con trabajadores no asalariados. Es entendible que el gobierno mexicano quiera proteger a los trabajadores no asalariados, pero parece haberlo hecho a expensas del crecimiento de la productividad. Lo que México necesita ahora son políticas estadounidenses predecibles, que el Tlcan en verdad se pueda renegociar para que todos salgan beneficiados, y enfrentar los desafíos de productividad y crecimiento inclusivo. México hoy está entre las economías emergentes más desiguales en el mundo. Si el gobierno de Peña Nieto no les puede ofrecer más crecimiento a más personas, México puede terminar con su propio Trump -y uno de izquierda.