La mano en la justicia
Sin el menor pudor el expresidente de la República manifestó que había metido la mano en la justicia y esa mano hizo que los fallos de muchos jueces fueran el resultado de la imposición oficial. Demandó contra medios de comunicación, reclamando indemnizaciones millonarias y a pesar de la evidencia de su imposición en los fallos, siempre las sentencias eran favorables a los deseos del gobernante. Hizo además que se instaurara una Superintendencia de Comunicación, cuya misión era amordazar a la prensa, aunque siempre con un tremendo cinismo se afirmara que era la de preservar una auténtica libertad de pensamiento e información, y en este cometido el titular de esa superintendencia actuó con total sometimiento a los deseos oficiales, y más que oficiales, a los del entonces primer mandatario. No hubo tiempo en el cual no se impusieran sanciones que iban desde cuantiosas multas hasta la obligación de publicar los desmentidos que se le ocurrían a esa superintendencia. La independencia de la justicia, cualidad inexcusable de un Estado de derecho, cayó hasta límites que han sido reprochados acremente por la ciudadanía y aplaudidos por los áulicos de la década. Una vez que el superpresidente ha dejado el poder y ha presentado una demanda, con indemnización incluida, los jueces fallaron en su contra, mientras el cesante presidente ha manifestado que reformar y peor aún derogar la Ley de Comunicación sería un terrible error, demostrando hasta el último momento con tales declaraciones cómo estuvo de intervenida indebidamente la función Judicial. El periodista procesado por la denuncia de Correa recibió un fallo absolutorio que demuestra que la prensa comienza a ser libre, tras la década impuesta por la mano del gobernante que, de este modo, acumuló todos los poderes del Estado, pues una Asamblea borreguil respondía totalmente a sus deseos e intereses políticos, a tal punto que dejó absolutamente de lado su deber de fiscalizar y pasaron, sin que los toquen, los tremendos escándalos de corrupción que han manchado gravemente a la década en que Correa ejerció un poder casi total. De aquí para adelante, si no cambia su proceder el nuevo gobernante, la prensa podría respirar con libertad. Aunque el cesante afirme que se marcha dolido por los hechos cumplidos por su sucesor.