
Un lugar donde los ciegos ven la vida con los otros sentidos
Tipea lentamente, letra por letra, un documento de Word. Los dedos índices están en la ‘efe’ y la ‘jota’, teclas que cuentan con guía Braille para que él pueda ubicar el resto sin perderse.
Tipea lentamente, letra por letra, un documento de Word. Los dedos índices están en la ‘efe’ y la ‘jota’, teclas que cuentan con guía Braille para que él pueda ubicar el resto sin perderse.
Tiene 62 años y es ciego desde los 49. El día gris en el que se le desprendieron las retinas manipulaba una viga de madera con una sierra eléctrica. Un trozo le cayó en la frente y ocasionó la tragedia. Perdió la vista y el autoestima ese día. “Uno piensa que será inútil para siempre cuando algo así ocurre en su vida”.
Su nombre es Julio Peña. Es miembro activo del Centro para Personas con Discapacidad Visual Cuatro de Enero, una entidad municipal que guía a no videntes a encontrar destrezas que involucren los otros sentidos.
Apenas terminó la primaria, Julio se dedicó a la carpintería, el oficio en el que trabajó toda su vida. No hubo más estudios desde aquel tiempo y jamás imaginó que sería capaz de manejar un programa como Word. ¡Y sin ver!
“Encontré nuevas fortalezas, me abrieron las puertas, me levantaron el autoestima. Uno llega aquí sin amor propio. Es muy difícil al principio”, dice a manera de confesión.
Tiene audífonos puestos. Mientras tipea, el programa especial que instalaron en la escuela le dicta la tecla pulsada. Así sabe cómo va la oración.
“Aunque eterna nos dure la noche, avanzaremos en pos...”, se lee en la hoja virtual. “Es el himno al ciego”, explica y empieza a cantarlo, feliz.
Su maestra en la sala de cómputo, una de las áreas de la escuela, es Lucía Mesa. Lo admira por no rendirse. “Siempre es perfeccionista con sus prácticas. Se queda, hace varios intentos, hasta que lo logra. Es un luchador...”.
Todos lo son aquí. La orientadora familiar Ximena Astudillo explica que cuando un nuevo usuario llega debe pasar por una evaluación en la que se analizará su situación psicológica y su entorno humano, para poder dirigir la ayuda de forma personalizada y encaminarlo a las diferentes actividades que se realizan. Hay yoga, terapia física, un grupo de artes escénicas, salón de Braille, terapia de lenguaje, entre otras.
Es complejo al principio, tanto que David Arboleda, otro de los beneficiarios, tardó tres años en salir al mundo. Una mala práctica médica lo dejó ciego en 2010, cuando tenía 19. Fue traumante. Estaba convencido de que su vida no tenía sentido, de que lo había perdido todo.
No ha sido fácil adaptarse, reconoce. Aún aprende a utilizar el bastón, pero al menos ya no necesita guía.
Quienes pierden la visión de adultos deben pasar por una etapa de duelo. Los niños que nacen con esta discapacidad, en cambio, tienen menos inconvenientes, pero sus familias también necesitan someterse a un proceso de aceptación, indica la orientadora.
Una ayuda tecnológica para ellos
HandEyes es una idea de exestudiantes de la ESPE que el año pasado ganó el concurso ‘Una idea para cambiar la historia’, de History Channel.
Según EXPRESO publicó entonces, se trata de un dispositivo que puede ir adherido al bastón, camisa, gafas o gorra y que ayuda a los no videntes a crear mapas mentales de su entorno. Lo logra generando sonidos para entrenarlos y desarrollar su capacidad de ecolocalización a través de un sistema tipo escáner que permite ubicar objetos en el espacio de forma inmediata.