Llegamos al armagedon de los tiempos actuales A revocar la ley
Se aprobó lo que temíamos la mayoría del pueblo cristiano sin ser consultados en el país. Y quienes lo hicieron, unos jueces faltos de sabiduría, están en un grave error al no respetar el derecho de la mayoría creyente, aprobando el matrimonio igualitario. El respeto a las leyes cristianas que son de la mayoría católica en nuestro país debe ser un hecho. El Estado debe garantizarlo y no lo decidido por una asamblea compuesta por hombres que creyendo tener la simpatía de unos cuantos pervierten las leyes de la Constitución en su origen, a su conveniencia y fines políticos. Así, involuntariamente nos estamos metiendo en problemas no con unos cuantos sino con el verdadero Supremo, que es Dios. Hasta ahora nos habíamos salvado de grandes sismos como ocurre en países desarrollados donde aprobaron estas leyes. Los creyentes del cristianismo no estamos en contra de persona alguna cuando defendemos los preceptos de Dios, que sentencia a nosotros mismos en Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”. Tampoco se trata de esgrimir diciendo que son leyes caducas y que estamos en otra era, sino de la Ley del Dios Supremo, el que siempre ha sido, el que es y será para siempre. Quien no tiene principio ni fin. “Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”.
Al haberse aprobado una ley que no es decisión de nuestro pueblo creyente en su mayoría, corremos el peligro de ser una tierra devastada como en tiempos bíblicos. No somos jueces; que cada cual haga con su vida lo que quiera es tolerable, pero convertir en ley el pensamiento de un grupo, dista de la verdad y nos acerca a la incertidumbre de lo que le espera a nuestros hijos y a una tierra desértica. Entonces, cómo clamar ¡Señor líbranos del mal!, cuando nosotros mismos lo buscamos al desobedecer sus estatutos. A revocar la ley.
Lelia Bravo C.