
Lasso a la jueza: “no judicialice la politica”
Fin del cálculo. Luego de 10 horas y 2 días de audiencia, 11 testigos y dos decenas de pruebas, la jueza Paola Dávila sentenció a Guillermo Lasso a borrar un tuit.
Fin del cálculo. Luego de 10 horas y 2 días de audiencia, 11 testigos y dos decenas de pruebas, la jueza Paola Dávila sentenció a Guillermo Lasso a borrar un tuit. Y un post de Facebook. Y cualquier otra publicación en redes sociales que incluya el vídeo donde el candidato de CREO hace referencia a “los dos sueldos” de la pareja de René Ramírez, secretario de Educación Superior, a quien tiene prohibido acercarse, desde ayer.
Lasso, aunque declarado culpable, se libra así del pedido de prisión de 15 a 30 días que pesaba en su contra y ponía en riesgo sus tiempos electorales. No ha sido únicamente una decisión de la jueza. Fue antes un pedido de la defensa.
El abogado personal del presidente Rafael Correa, Caupolicán Ochoa, quien representó a la ausente pareja de Ramírez en el proceso, hizo la solicitud de que la pena contra Lasso “sea no privativa de libertad”. Silencio en la sala.
La defensa de Lasso, desorientada por el giro de intenciones, lo digirió de inmediato: “ya hicieron el recálculo político”, dijo uno de sus asesores con más diplomacia que la lectura que dieron los tuiteros a la marcha atrás de René Ramírez: #SeLeAhuevaronaLasso fue la principal tendencia del día.
La recta final de la audiencia, ante un tribunal convertido en tarima, no fue solamente una confrontación jurídica, sino un pulso político evidente.
Un ping-pong: cuando la defensa de Ramírez pedía una sanción por haber dañado “el buen nombre y la honra de mis defendidos”, Lasso sonreía abiertamente y suspiraba meneando sutilmente la cabeza; cuando se refería a Ramírez como un “referente moral en el país”, Lasso se aclaraba la garganta sin mucho disimulo; y cuando se refería al delito lo calificaba de innegable porque “no lo dice cualquiera, lo dice el señor Guillermo Lasso que puede tenernos dos días aquí, con gente gritándonos en la calle. Una persona que para muchos tiene una gran credibilidad”; Lasso solo atinó a elevar las cejas como si los gritos de apoyo que se colaban por los cristales cerrados de un recinto rodeado por policías no lo hubieran dejado escuchar el inesperado piropo. “Espero contar con su voto en 2017, abogado”, le soltaría luego Lasso a un abogado tan fuera de juego que solo alcanzó a sonreír.
La política estaba en el aire. Y el candidato se animó entonces a reemplazar la solemnidad de los estrados por la euforia de los atriles. Con la venia de la jueza, que no atinaba más que a pestañear sin gestos delatores, Lasso se paseó por la sala con el micrófono en la mano para evidenciar que estaba allí, en compañía de su esposa y cuatro de sus cinco hijos. Era su forma de resaltar la ausencia de los demandantes: “ya nos han explicado que el carácter del señor Ramírez no daba para soportar un acto como este”, dijo.
Se trataba de un Lasso pausado, que denunciaba a nadie en particular una nueva “etapa de represión”, un intento para “acallar a los que pensamos diferentes”. Y antes del punto final, sin embargo, quiso dirigir las palabras. Miró a la jueza: “no judicialice la política... está en sus manos la decisión”.
La decisión, aunque suene poco creíble, ha dejado a ambas partes con sensación de victoria. Por un lado, la defensa ha considerado que lograron conseguir lo que buscaban, “la verdad”; por otro, el propio Lasso ha calificado a la marcha atrás en el pedido de prisión como “la primera victoria del cambio”. Ninguno ha dicho aún si apelará.