Caos. Disturbios frente a la residencia de Alicia Kirchner en Santa Cruz.

La joya de los Kirchner es ahora su hoyo negro

Hasta ahora, los escraches (manifestaciones que abuchean a algún político de cerca y generan una fuerte tensión) los sufría con frecuencia Mauricio Macri, el presidente de Argentina.

Hasta ahora, los escraches (manifestaciones que abuchean a algún político de cerca y generan una fuerte tensión) los sufría con frecuencia Mauricio Macri, el presidente de Argentina. Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, se movía entre aplausos de los suyos cada vez que acudía a algún lugar. Pero en Santa Cruz, la provincia de los Kirchner, que gobernó el fallecido Néstor y ahora dirige su hermana Alicia, las cosas se complican. La provincia está quebrada, algunos pensionistas y empleados públicos no cobran, la tensión sube y esta situación provocó que la noche del viernes la expresidenta y la gobernadora pasaran un momento muy duro en la vivienda oficial en Río Gallegos, la capital.

Con un escrache a ratos violento, alrededor de 600 personas protestaron a la puerta e incluso intentaron entrar. Acorraladas, las mujeres tuvieron que ser rescatadas por la policía que disolvió a los manifestantes con balas de goma y gases lacrimógenos en medio de graves incidentes. Hubo cuatro heridos. Los Kirchner culpan de esta situación al Gobierno de Macri, al que ven detrás de una estrategia para lanzar el mensaje de que la crisis de Santa Cruz prueba que gobiernan mal.

Es la segunda vez que la gobernadora pasa horas encerrada con indignados en la puerta. Pero esta vez, además, estaba la expresidenta con ella. Y fue precisamente eso, que se supo rápidamente en una ciudad pequeña e inhóspita en plena Patagonia, lo que animó a más gente a acudir, convocada a través de las redes sociales.

“Fue un ataque planificado”, aseguró Alicia Kirchner. “Quieren mi cabeza para la campaña electoral. Se pretende instalar que todo lo que ha sido el proyecto nacional que primero condujo Néstor y después Cristina ha sido malo”.

Todo está mezclado en esta historia. Porque los Kirchner reprochan a Macri la represión en otras protestas, pero el viernes tuvieron que recurrir a la policía federal, en manos del Ejecutivo central, para que impidiera que entraran en su casa. “Hacer una marcha, cortar una calle, está bien, pero querer entrar a una casa es una barbaridad. Rompieron vidrios y puertas, el cordón de la vereda, el nicho de gas. Éramos cinco mujeres solas con una bebé de 18 meses”, se quejó Fernández.

A su vez, los Kirchner apoyan la protesta de los maestros en todo el país, que reclaman un aumento de salarios superior al 18 % que les ofrece el Gobierno de Macri. Pero en Santa Cruz, la gobernadora solo ofrece un 3 % a sus propios profesores porque la provincia, que vive de las regalías del petróleo y ha sufrido la bajada del precio en los últimos años, además de una gestión muy criticada, no tiene dinero para más.

Santa Cruz, que fue la cuna de los Kirchner, donde empezó su poder político y donde se formaron casi todos los hombres de confianza de Néstor, los llamados ‘pingüinos’ (por el frío de estas tierras) parece haberse convertido en el agujero negro de una familia que tuvo todo el poder en Argentina durante 13 años y ahora se enfrenta a graves acusaciones de corrupción en la justicia, donde le espera un auténtico calvario.

A pesar de todo, la expresidenta conserva un fuerte apoyo popular, sobre todo en el pobre conurbano de Buenos Aires, y se plantea la posibilidad de presentarse a los comicios de octubre como senadora.