La joya de la corona de la India

El subfiscal general de la India, Ranjit Kumar, recientemente dijo que el país no reclamaría la devolución del diamante Kohinoor -uno de los más antiguos y valiosos del mundo- a los británicos, a quienes la India se los había “regalado”. La declaración sorprendió y desató un debate apasionado, tanto, que el Gobierno salió rápidamente a aclarar que todavía aspira a que le devuelvan la gema-, pero su compromiso para garantizar ese resultado sigue siendo poco convincente. El famoso diamante se encuentra entre las joyas de la corona de Gran Bretaña y Kumar dice que el antiguo reino sij ofreció la gema a la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1849 como “compensación voluntaria” por los gastos de las guerras anglo-sij que acababan de concluir. Si a eso le sumamos la Ley de Antigüedades y Tesoros Artísticos de 1972, que no permite que el Gobierno exija la devolución de antigüedades exportadas antes de que la India ganara su independencia en 1947, el Gobierno indio, según Kumar, no tiene ningún recurso que garantice la devolución del diamante. El alboroto que generó la declaración obligó a los voceros del Gobierno a dar marcha atrás frenéticamente y a asegurar que la opinión de Kumar no era la visión oficial final. La compensación ofrecida a los ganadores de una guerra por aquellos que fueron derrotados suele conocerse como reparaciones, que no son enteramente voluntarias. Muchas excolonias sostienen que es Gran Bretaña la que les debe reparaciones por siglos de opresión y saqueo. Devolver objetos invaluables de relevancia cultural que fueron robados en pleno apogeo del régimen imperial podría ser un buen lugar para empezar. Sin duda, el Kohinoor plantea un desafío particular, ya que existen reclamos en conflicto. Los iraníes dicen que Nadir Shah lo robó, mientras que los afganos aseguran que los sijs los obligaron a entregarlo. Ahora Pakistán se ha sumado al ring, con el endeble argumento de que la capital del imperio sij, los últimos e indiscutidos dueños prebritánicos, estaba en Lahore (tienden a disimular el hecho de que, después de décadas de depuración étnica en Pakistán, prácticamente no quedan sijs allí). Pero, considerando que el diamante pasó la mayor parte de su existencia en suelo indio, los indios consideran que su reclamo es más claro que el agua. Para los británicos la existencia de reclamos conflictivos es un alivio importante, ya que los ayuda a eludir una tormenta de demandas para enmendar las múltiples injusticias de dos o más siglos de explotación colonial de vastos territorios. La expropiación británica del patrimonio de otros pueblos, desde los mármoles del Partenón hasta el diamante Kohinoor, es un asunto particularmente polémico. Los ingleses temen que al conceder algún objeto podrían abrir una caja de Pandora de problemas. Los nacionalistas como yo estamos perdiendo toda esperanza de recuperar ese elemento invaluable de nuestra herencia. Los británicos están en deuda con nosotros, pero, en lugar de devolver la evidencia de su rapacidad a sus legítimos dueños, hacen alarde del Kohinoor en la corona de la reina madre en la Torre de Londres. Es un cruel recordatorio de lo que verdaderamente fue el colonialismo: subyugación descarada, coerción y apropiación indebida. Quizás ese sea el mejor argumento para que el Kohinoor se quede en Gran Bretaña, adonde categóricamente no pertenece.

Project Syndicate