Premium

Alfonsina Ponguillo
Detenida. Luego de vandalizar una patrulla, Alfonsina Ponguillo trata de convertirse en un caso para la organizaciones de derechos humanos.Captura de video

Iza, el Robespierre andino

Hay asambleístas que no se enteran qué quiere decir "uso progresivo de la fuerza", jóvenes que no aprendieron que sus actos tienen consecuencias y dirigentes indígenas que no saben lo que es la vida.

Uno que no entiende nada

Tardaron más de un año en aprobar la ley sobre la violencia legítima y todavía hay asambleístas (legiones de ellos) que no entienden el concepto. Muchos creen, especialmente en las bancadas de la izquierda, donde el índice de analfabetismo funcional es superior al promedio, que eso de establecer protocolos para el uso progresivo de la fuerza es una cosa fascista. Por eso Pachakutik intentó (y casi lo consigue, lo impidió apenas un tema administrativo) eliminar de la ley el capítulo concerniente al control de manifestaciones. El miércoles por la tarde, a propósito del paro nacional, el asambleísta de ese partido Édgar Quezada, escandalizado y muerto de iras, presentaba una denuncia con la que pretendía conmover al mundo: “¡¡¡Ya hablan -clamó al cielo, refiriéndose al mando de la Policía- de que van a hacer uso progresivo de la fuerza, la ley que se aprobó (la semana anterior) y que todavía no está en vigencia!!!”. Lo dice un integrante de la comisión parlamentaria de Garantías Constitucionales, Derechos Humanos, Derechos Colectivos y la Interculturalidad, nada menos. Él cree que el uso progresivo de la fuerza, mientras no se publique en el Registro Oficial, está prohibido. Y con esa mentalidad quiere llevar a juicio político al ministro del Interior, al de Defensa y al comandante general de la Policía por haber ordenado la represión brutal de los manifestantes. Represión brutal que, de ser cierta (cosa que no consta a nadie), debería felicitar, desde su punto de vista, precisamente por escapar del control de una ley que todavía no está en vigencia. Intrincada cuestión que el asambleísta Quezada entenderá a duras penas pero que lo retrata.

paro nacional

Hay que resistir a los resistentes

Leer más

Infiltrados, mis polainas

Alfonsina Ponguillo, varilla de hierro en la mano, capucha de chándal tapándole media cara, descarga 17 varillazos en la patrulla que monta guardia frente a la Unidad de Flagrancias en Quito y se pierde disimuladamente, taimada y montonera, entre la multitud tribal que la protege. Minutos más tarde, cuando se la lleven detenida junto con otros jóvenes que la ayudaron a destruir el vehículo policial y terminaron prendiéndole fuego, recitará su nombre y el número de su cédula de identidad ante una cámara con la certeza de que, con ese gesto, las organizaciones de derechos humanos aliadas de los violentos harán de su detención un caso. Y sí, lo intentaron. Al día siguiente, en esa misma esquina, un grupito de amigos que portaban carteles con su nombre y exigían su liberación inmediata, hacían alharaca para las redes sociales. Lo que no sospechaba Alfonsina Ponguillo es que se convertiría en una de las imágenes icónicas (en el mal sentido) del paro nacional de junio de 2022. El suyo es el rostro visible de una juventud militante incapaz de asumir las consecuencias de sus actos, cuya disposición a vandalizar los bienes públicos no se compadece con su tendencia a proclamarse víctima de la represión. Los dirigentes, cuando quieren descargarse de culpas, los llaman “infiltrados”. Pero no, son ellos mismos.

Leonidas, el hinchapelotas

“Usted tenía que decirle ahí pues, Huaichico: no, no, no al Iza. Y usted dice sí, voy a ir al paro. ¿Cómo es eso, Huaichico?”. Como a un crío le trata el dirigente de la comunidad al pobre delegado que permanece de pie, tieso, cabizbajo en la mitad del aula, soportando el vendaval de quejas y las risas de las mujeres y la fama de pendejo que le corresponde por echarles a perder el Inti Raymi, el Día Grande, las fiestas de San Juan que el atrabiliario presidente de la Conaie se pasó por el forro a la hora de programar el paro nacional. “¡En la fecha del Hatun Puncha!”, se lleva las manos a la cabeza el dirigente y apenas lo puede creer. El video proviene de alguna comunidad de la sierra norte, entre Cayambe y la zona de Otavalo, donde las fiestas del solsticio son las más importantes del calendario agrícola, y se merece más difusión de la que ha tenido porque es divertidísimo. Y porque pone a Leonidas Iza en perspectiva: si la sociedad mestiza está harta de él, ¿qué no dirán los indígenas, a los que les dice todo el tiempo qué hacer, que pensar y en qué creer? Iza es el fanático moralista que arruina (literalmente) toda fiesta. Es el Robespierre andino, y los robespierres del mundo no sonríen, no festejan, no beben, no dicen malas palabras, en fin, son unos plomazos.

“Me disculpa -insiste el dirigente, enardecido-, ¡el Iza está perdido!”. El rumor de voces de aprobación es vergonzante: está claro que les encanta lo que escuchan pero serían incapaces de decírselo en la cara a Iza. Pero sí, tienen un problema: “Digamos que el paro se acaba en dos semanas, ¿creen eso?”, pregunta el dirigente. “Nooo”, responde el público con evidente hastío. “Por último digamos que sí. Dejamos de trabajar. ¿Con qué plata vamos a dar en San Juan el helado a nuestros guaguas?”. Nimiedades, fruslerías en las que no reparan los prohombres cuando están entregados a la construcción del comunismo indoamericano.

paro centro historico

Manifestantes y policías protagonizaron enfrentamientos en el Centro Histórico de Quito

Leer más