No es solo el Issfa

La pugna del momento, esta vez con el Issfa y sus elementos representativos, es una manifestación más del descalabro fiscal. Detrás de las amenazas y las arbitrariedades, la realidad es que no hay recursos para mantener el modelo de Estado vigente. Los contratistas y proveedores tienen que resignarse a ser pagados con papeles de dudosa reputación financiera. Los municipios y consejos provinciales (ampulosamente denominados GAD -siendo más dependientes que nunca) tienen retrasos de varios meses, incumpliendo el Gobierno su obligación fiduciaria de entregar recursos de los cuales es custodio y no dueño. La inversión cae, pero el pago de burócratas sube en casi $500 millones, gasto que es arrastrado en parte por la inercia salarial y el evidente descontrol que ha hecho que la planilla burocrática se triplique.

¿Quién paga la cuenta? La respuesta corta es: todos; la puntual es: el régimen previsional, el cual se torna crecientemente inviable mientras siguen los anuncios de autopistas y de obras que no encajan con la realidad económica y perspectivas del país. Es paradójico que el Gobierno que creó los derechos, y se enorgullece del gasto de $225.000 millones durante su gestión, hoy escoge como blanco de sus ataques a una institución, el Issfa, que fue creada precisamente para disminuir el lastre fiscal. La razón de ser del Issfa es la de constituir un patrimonio de activos fijos (bienes raíces) y financieros (acciones en empresas, títulos valores públicos y privados) que le permitan atender los servicios previsionales que debe cumplir. El Gobierno argumenta, tardíamente, que el subsidio del 60 % de las pensiones es muy alto (tal cual lo hizo con el aporte del 40 % al IESS). Para hacer más explosiva la circunstancia, agrede a los militares argumentando que las pensiones son muy altas, y cuestionando sus inversiones.

La administración de un fondo financiero en ausencia de mercados de capital que sean robustos es tarea complicada. Por ello el IESS y el Issfa tienen que recurrir a la compra de activos fijos y empresas para estructurar sus portafolios. En el caso del Issfa, el patrimonio de la antigua holding DINE fue trasladado al instituto de previsión cuando empezó la nueva época del país revolucionario. Los bienes fueron adquiridos en su momento, amparándose las compras en la ley vigente. Las transacciones fueron legítimas y se dieron por compensación de cuentas (caso del terreno de Los Samanes), permuta (los terrenos del antiguo colegio militar aportados a cambio de acciones en la sociedad del Hotel Marriott), o adquisición (Andec – empresa que ha sido manejada por el Ejército durante más de tres décadas).

No es solo el Issfa. Es el Estado centralista que agobia al Ecuador desde sus inicios y que ningún gobierno ha tenido la visión y solvencia para cuestionar. Estado que en el último decenio se volvió más voraz y acumuló responsabilidades y compromisos para sostener una plataforma basada en el clientelismo político como elemento aglutinador del ejercicio del poder.

Es una aberración que trasciende el momento que se vive, siendo los ecuatorianos pasajeros en un barco que hace agua por todos lados.

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