Inequidad
Nuevamente pretende llamar la atención Piketty, el profesor francés que publicó hace unos años El Capital en el siglo XXI, una suerte de ‘bestseller’ relámpago en círculos académicos. Regresa ahora a la carga contra la inequidad en un nuevo libro que provocará debate, escándalo quizá, pero del que la mecha corta empieza a asomar ni bien transcurridas semanas desde su publicación.
Desde siempre la cultura popular se ha fascinado con aquello que luce fuera de norma, extremo, tabú. En ello son particularmente expertos los franceses, con provocaciones como el ‘topless’ de Bardot y el “Je t’aime moi non plus” de Gainsbourg, pero raro es que logren mucha más proyección que la episódica moda.
Piketty propone ahora, en resumidas cuentas, prohibir la riqueza, como si tal cosa fuera siquiera posible. Como en su “Capital” la mitad de las páginas fueron diagnóstico, ahora se concentra en recomendaciones, de entre las que destaca la redistribución casi integral de fortunas por encima de 2.000 millones, con una tasa imponible del 90 %.
Será obvio en la academia que al dedicarse a recomendaciones prácticas sacrifica su rol científico. En calidad de provocador, prescinde de distinguir sus ideas de utopías, ni de analizar posibles escenarios prácticos en el evento de su adopción. Ni los artículos ni las entrevistas sobre el libro publicado el jueves anterior responden a quienes nos preguntamos ¿qué pasaría en la economía mundial si las más grandes fortunas se desinvirtieran súbitamente? ¿Qué pasaría, más grave aún, si el árbitro de esas desinversiones fuera, digamos por un momento, el gobierno de Trump, Putin, o algún otro de ellos?
La provocación es un gran medio para abrir el debate y forzar un cambio súbito en el orden de las cosas. Pero para no quedar en ridículo o en anécdota, la provocación necesita una pata en la realidad. Allí falla Piketty, aunque su tema sea uno importante y urgente: la inequidad.
Piketty, en fin, merezca o no atención en su rol académico, le hace un flaco favor a la izquierda al ridiculizarse, asegurando la mecha corta de sus ideas, incluso dentro de Francia.