Ser humano

Pensamos que somos y nos reconocemos como los reyes de la creación, pero constantemente veo o me entero de cualidades similarmente o más afinadas en otras especies: en la lealtad de los perros, la inteligencia de los loros y de los cuervos, la astucia de los felinos, la serenidad de los perezosos, los sentimientos de toda suerte de mamíferos, la organización de los primates, la majestuosidad y elegancia de las águilas, la velocidad de los halcones, la laboriosidad de las abejas, y el instinto maternal de los cetáceos. Son todas cualidades provistas por la naturaleza y definidas por la evolución. Nuestro cerebro no es ni el más grande (lo es el de los cachalotes), ni el más complejo o desarrollado (es el de los delfines). Nuestros procesos de memoria no son exclusivos (¿acaso que “tener memoria de elefante” es tan solo un decir?), y no hay razón para pensar que los procesos bioquímicos de transmisión de información e impulsos del cerebro humano son muy diferentes que el de las ratas, nuestros parientes genéticos muy cercanos que comparten más del 90 % del genoma con ‘Homo sapiens’.

Y si eso no fuera suficiente, estamos sometidos a los dictámenes de la mecánica cuántica disciplina que estudia el comportamiento de los electrones, los componentes elementales de la materia que somos. Esta rama de la Física se basa en probabilidades (procesos estocásticos), contradiciendo los cálculos certeros (que incluyen la posición de los planetas) del universo que percibimos. Uno de sus postulados es el del Principio de la Incertidumbre articulado por Werner Heisenberg, notable físico alemán, quien demostró la imposibilidad de establecer con certeza la posición y dirección de los electrones pues el acto mismo de observarlos cambia su comportamiento. Tan contraintuitiva es la cuántica que es posible afirmar que un electrón puede aparecer en más de un sitio a la vez, algo parecido a los cambios de humor (de bueno a malo) de cualquiera de nosotros dependiendo de las circunstancias.

¿Explica todo esto la irracionalidad que las más de las veces caracteriza nuestro comportamiento? No lo sé, pero sí me ayuda a entender a mis semejantes y aceptar la ciencia. Es mi forma de leer la “circunstancia” de José Ortega y Gasset, y me hace proclive a seguir las enseñanzas de Spinoza, quien en su Credo expresa (refiriéndose a la divinidad que increpa al humano): “Sí, yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... Te he hecho libre, nadie lleva un marcador, y puedes crear en tu vida un cielo o un infierno... No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro ... ahí estoy, latiendo en ti”.

Tenemos conciencia de nosotros mismos y del universo que habitamos y ello sí nos hace únicos. El reconocer nuestra circunstancia me lleva, en mi caso, a ser liberal y escéptico de la validez del pacto social que estableció el Estado cual Leviatán de Hobbes. Creo en el individuo y en la sociedad de leyes que consagren los derechos a la vida, a la propiedad y a la libre expresión; en la libertad para emprender y pensar, y en la economía de la competencia y la competitividad.