La historia detrás de la sucesión

La historia detras de la sucesion

En un inicio, Glas, cuyos números nunca han puesto en peligro la supremacía de Moreno, aunque sí ha roto la brecha, optó por hacerse grande.

El día en el que el nombre de Lenín Moreno revivió en la memoria de la opinión pública, arrojado con sutileza de la boca del presidente Rafael Correa, quien asimilaba por fin la enmienda que echaba abajo sus planes de reelección después de las protestas de 2015, Moreno ya había notificado a sus asesores cercanos de la posibilidad. Corría noviembre del año pasado. Y la petición del exvicepresidente, radicado en Suiza, fue clara: “no llames la atención de nadie”, lo cita uno de sus colaboradores.

La advertencia no está pensada hacia afuera, sino hacia dentro. Y ejemplifica los 10 meses que seguirían con dos estrategias dispares: Moreno quería evitar un inevitable enfrentamiento puertas adentro con el segundo nombre que introdujo Correa, esa noche en televisión: el vicepresidente Jorge Glas, cuyo apellido iba siempre, en los cálculos de Correa, detrás del ahora colaborador ecuatoriano en la ONU.

Pero la guerra se dio.

En un inicio, Glas, cuyos números nunca han puesto en peligro la supremacía de Moreno, aunque sí ha roto la brecha, optó por hacerse grande. No sin ayuda. Suyas fueron las buenas noticias de las nuevas reservas petroleras y el ingreso multimillonario por concesión de campos; multiplicó por 10 su presencia en las sabatinas, que antes no pasaban de una por trimestre; hizo presencia dos días por semana, religiosamente, en la zona cero del terremoto; inauguró obras que antes eran reservadas para el número uno del oficialismo; reforzó su aparición en cadenas de televisión, impulsó su eslogan: ‘vamos por más’ en vallas. Para abril de este año, Glas era un candidato. Uno móvil, activo y decidido a reconocer incluso su “falta de carisma”, como citó en mayo, durante una rendición de cuentas donde prometió fidelidad a un presidente en retirada.

Entonces, Correa agradeció con una sonrisa, su forma habitual de responder. Y entre el público, en silla de ruedas, Moreno guardó silencio, su única forma de respuesta.

Había regresado al país el candidato posible. Volvió en mayo, con la excusa del terremoto de abril. Y la visita, además de servir para las primeras fotografías Moreno-Glas, su primer recorrido conjunto y promesa de entregar casas; logró acercar a Moreno cara a cara con su equipo.

Ya lo había hecho con los legisladores que podían hacer escala en Ginebra. Pero aquí, de regreso como posible sucesor y con números envidiables dio su primer mensaje de líder. “Vamos a trabajar. Vamos a trabajar en la calle. Vamos a trabajar por la gente. Les pido, por favor, que no politicen mi visita cuando me vaya. Ya llegará el momento”, dijo a los legisladores de su entorno, que sirvieron de base para la campaña interna, según uno de los presentes. Así se hizo. O se intentó.

El equipo Glas, por el contrario, con los números en contra, lanzó la batalla en el único campo que podía ganar: en el interior de Alianza PAIS. El primer respaldo público que recibiera uno de presidenciable fue para el encargado de los sectores estratégicos y vino firmado por una de sus legisladoras más cercanas, Marcela Aguiñaga. Era importante. La vicepresidenta de la Asamblea Nacional y presidenta provincial de PAIS en Guayas respaldaba la candidatura interna de Glas, en público; el resto del alto mando de PAIS, donde algunos encasillan a la secretaria general del partido Doris Soliz y legisladores con voz en el buró, lo hacían en privado.

Pero la carta de Aguiñaga, que buscaba la delantera del alto apoyo al candidato en funciones, terminó por desatar un efecto no medido: la vía pública. PAIS, un movimiento acostumbrado a la discusión en murmullo y puertas adentro, se había expuesto. Para mediados de junio EXPRESO registró un total de 37 posturas públicas a favor de Moreno, por parte de altos oficialistas. Glas quedaba con cuatro en el conteo total.

“Creo que fue un error”, dice Gastón Gagliardo, uno de los pocos verdeflex que, por su cercanía con ambos sectores se reservó la postura. “Muchos se identificaron. Y se lanzaron a la piscina antes de llenarla de agua”, asegura a este medio.

Se refiere a los hechos que siguieron inmediatamente y cuya fuente aún se desconoce. Poco tardó el país en recibir las primeras noticias sobre Moreno en muchos años: su departamento, el pedido de $ 1,6 millones para sus funciones en Ginebra, los contratos no desmentidos de un familiar cercano. Y aún menos tardó el país en recibir noticias del otro lado: como el intento de ocho legisladores oficialistas de fiscalizar contratos de telecomunicaciones de la era Glas, un pedido cuya vinculación política fue explícitamente negado por los legisladores verdes.

Pero ya era tarde. Mauro Andino, legislador reelecto y voz fuerte en el movimiento, respondía sobre la “división interna”. Y la brecha en PAIS era, si no innegable, por lo menos señalada y, por lo tanto, evidente.

Hacia el final de la carrera interna, conscientes ya de la condición inalcanzable de Moreno, sus representantes no oficiales en el país iniciaron una nueva cruzada. Una que aún mantienen. Y repetían fuera de grabadora, primero; y abiertamente, después, “la necesidad de que el candidato a presidente escoja su binomio”.

La idea solo tenía sentido si, como dijo la legisladora Soledad Buendía hacia finales de julio, ambos terminaban “juntos” en la papeleta. Para agosto, era un hecho. Y para inicios de este mes, según una fuente del buró político, una decisión.

Eso explica la foto de ambos, frente a frente, ensayando la sonrisa. La cita en Ginebra, con excusa de una gira europea de Glas, se dio por invitación de Moreno.

La idea, según sus voceros, era fijar condiciones, estrechar relaciones y preparar el terreno para la confirmación que, pese a los cabildeos que se mantienen en el movimiento, puede darse el sábado en la convención de PAIS. Ese día Moreno recibirá oficialmente la sucesión y por primera vez en 10 meses tendrá que forzar una estrategia distinta: tendrá que hablar.