El biólogo Marco Cedeño se ha ganado el cariño de las tortugas, cuyo alimentación y cuidados tiene un costo aproximado de 700 dólares mensuales.

Las Galapagos de Guayaquil

Sin necesidad de viajar a las Islas Galápagos, ubicadas a 1.238 kilómetros de Guayaquil (distancia en avión), en el Puerto Principal hay un lugar donde turistas nacionales y extranjeros pueden observar tortugas gigantes, gratuitamente.

Sin necesidad de viajar a las Islas Galápagos, ubicadas a 1.238 kilómetros de Guayaquil (distancia en avión), en el Puerto Principal hay un lugar donde turistas nacionales y extranjeros pueden observar tortugas gigantes, gratuitamente.

En el campus Las Peñas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), ubicada en Malecón y Loja, habitan seis ejemplares de tortugas nativas del Archipiélago, que están en un amplio espacio cercado, donde es fácil contemplarlas comiendo hierba, hojas, cactus y holgazaneando al sol. Ellas duermen unas 12 horas al día y como todas las de su especie, son inofensivas.

Llevan más de 40 años formando parte del paisaje del lugar, conocido también como las ‘Galápagos de los pobres’.

Entrar al campus no tiene costo. Los turistas llegan de lunes a domingo de 09:00 a 17:00 para contemplarlas y tomarse fotografías cerca de ellas. Algunos logran tocarlas y acariciarlas, pero no se les permite que las alimenten para evitar complicaciones en su digestión.

Los días que más visitantes tienen son los fines de semana, cuando al campus asisten los estudiantes de la Espae (Graduate School of Management), que todavía funciona en el sitio.

Los turistas que acuden al Malecón 2000, también se cruzan la calle para entrar al edificio y sentirse como si estuvieran en el Archipiélago.

La semana pasada, aprovechando las vacaciones escolares, varios niños acudieron en compañía de sus padres para contemplar las tortugas gigantes. “Son hermosas”, dijo Sofía Moncayo, de nueve años, quien conocía de la existencia de estas especies, a través de su padre Eloy, que es politécnico.

En el espacio cercado se puede observar a Polito (100 años de edad), quien fue el primero en llegar en 1970 y bautizado con ese nombre por directivos, estudiantes y profesores.

Cinco años después la institución trajo a Polita, la única hembra, la más vieja del corral (120 años) y la más engreída, debido a su docilidad y a su especial hábito de acercarse a cuanta persona se aproxime a ella. Actualmente está separada de los machos quienes le han causado heridas en tiempo de apareamiento.

Chafo, de 90 años, fue traído en 1999 y lo primero que hizo fue pastar la hierba y por eso recibió ese nombre.

En cambio Dartañán, quien habitó muchos años en el campus Prosperina, fue trasladado a Las Peñas en 2006. A pesar de ser mucho más pequeño y menor que los otros machos (40 años), no tiene reparo en enfrentarlos. Es muy agresivo, inclusive con las personas, por eso está aislado de los demás. Rey y Pepe Llanero tienen 90 y 60 años, respectivamente.

Todos esos ejemplares vinieron de la región Insular del Ecuador: de la isla Isabela, Santa Cruz y San Cristóbal, pero llegaron a la Espol a través de donaciones de personas privadas y de la Policía Ambiental que las entregó luego de rescatarlas en operativos.

En el 2005 la politécnica obtuvo un permiso ambiental para preservarlas y ahora tramita una patente anual para seguir cuidándolas.

Para que se acoplaran al campus tuvieron que readecuar el sector para asemejar su hábitat al de las Islas Encantadas. Sombra, sol, zonas húmedas y rocosas fueron las características principales para ambientar su hogar. Además, se construyeron áreas lodosas para su entretenimiento.

Mantenerlas en buen estado de salud no ha sido tarea complicada, dice Marco Cedeño, biólogo que está a cargo del mantenimiento de las tortugas. No obstante, respetar sus espacios y cuidarlas del frío han sido la base principal para su conservación; esto último lo más importante por tener tendencia a sufrir de problemas respiratorios durante los cambios de estaciones.

Héctor Murillo es el encargado de nutrirlas equilibradamente una vez al día y cinco días a la semana, a través de vegetales, frutas, fibra y pasto especializado. “Todo equitativamente, en las porciones adecuadas y dejando a un lado cualquier producto que contenga proteínas para no afectarles sus riñones”, indica.

A nivel turístico se busca que más personas puedan observar las tortugas gigantes sin gastar dinero y sin necesidad de trasladarse hasta el archipiélago.