
Francisco apunta al narco
El papa llamó la atención a la clase política para que trabaje por una “justicia real” y “seguridad efectiva”, mientras instó a los obispos a tener coraje para enfrentar el narcotráfico, al iniciar ayer su agenda oficial en México.
En la primera visita de un pontífice al Palacio Nacional de México, donde se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto, Francisco sostuvo que “a los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos (...) justicia real, seguridad, un ambiente sano y de paz”.
Poniendo el dedo en la llaga, dirigió un mensaje a sus anfitriones en México, un país golpeado por la violencia, la pobreza y la corrupción.
“Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”, advirtió.
El auditorio, compuesto por Peña Nieto y las máximas autoridades del país, le dedicó un aplauso cerrado, como si aquello tan grave no fuese con ellos.
En cambio, el discurso del presidente mexicano evitó mencionar los problemas y se centró en temas globales y reconocimientos al papa. “Su visita trasciende al encuentro entre dos Estados, se trata del encuentro de un pueblo con su fe. Su santidad, México lo quiere, quiere al papa Francisco”, señaló Peña Nieto.
Su mensaje fue seguido a través de pantallas gigantes por millares de fieles que se apostaron en el céntrico Zócalo, una plaza construida sobre las ruinas de templos prehispánicos y donde se encuentran la Catedral y el Palacio Nacional.
“El papa puso en vergüenza al Gobierno con lo que dijo. A ver si Peña Nieto ahora hace las cosas bien. Si no es por convicción, al menos por vergüenza”, dijo Ramiro Sosa, un comerciante de 56 años de Veracruz, un estado asolado por el crimen organizado y la corrupción.
Tras la cita con Peña Nieto, el santo padre se encontró con los obispos y arzobispos mexicanos en la Catedral metropolitana, donde los instó a enfrentar el narcotráfico “con coraje profético”. “La proporción del fenómeno (del narcotráfico), la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión (...), la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, pastores de la Iglesia, a refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético”, manifestó.
Le dio un tirón de orejas a la jerarquía católica y sus continuas intrigas. Por último, les instó a pelear “como hombres”.
El retrato de la curia mexicana (elitista, apegada al poder, alejada de los verdaderos problemas de la gente, muda ante el azote de la pederastia y el narcotráfico) no coincide exactamente con los deseos del papa para su nueva Iglesia. “¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles!”, les llegó a advertir Bergoglio. Les pidió que salgan a la calle, que tengan “la mirada limpia”, que “no se dejen corromper”, que no pierdan el tiempo “en habladurías e intrigas, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubes de intereses”.
Al concluir, el sumo pontífice se retiró a descansar en la Nunciatura, antes de retomar en la tarde (tras el cierre de esta edición) uno de los actos espirituales más esperados de su visita: la misa en la Basílica de la Virgen de Guadalupe, a la cual ha encomendado su viaje.
Horas antes de la llegada del papa, millares de peregrinos lo aguardaban con globos blancos y amarillos en la Basílica, uno de los principales centros de devoción de América Latina.