Flujo de combatientes a ISIS

La caída de Alepo el mes pasado bajo las fuerzas del presidente sirio Bashar al-Asad (con apoyo de Rusia), reanimó la discusión sobre si será posible poner fin a la guerra civil. Pese al reciente armisticio general entre las fuerzas de Asad y la mayoría de grupos rebeldes (del que Turquía y Rusia son garantes), casi todos coinciden en que el fin aún está lejos. Estado Islámico (ISIS) no acordó nada y no va a hacerlo. La guerra en Siria no terminará hasta que ISIS sea derrotado, pero la creencia en que la caída de Raqqa (autoproclamada capital del califato) bastará para lograr ese objetivo es un error y significaría confundir las causas, síntomas y soluciones de la guerra civil siria. Es probable que la supervivencia e influencia de la milicia a largo plazo se decidan a miles de kilómetros de allí. Puede decirse que el semillero de ISIS es Arabia Saudita: país de origen del segundo contingente más numeroso de combatientes extranjeros en Siria e Irak. Esto se debe en gran medida a una identidad moldeada por dos acontecimientos históricos fundamentales: la adopción por parte de Muhammad ibn Saud (fundador del primer Estado saudita) de las ideas radicales “puritanas” de Muhammad ibn Abd al-Wahhab a mediados del siglo XVIII; ideas que más tarde serían denominadas “wahabismo” y que siguen definiendo la política y la sociedad sauditas; y la decisión del rey Abdulaziz, en los años veinte, de institucionalizar la visión wahabita original. Para muchos sauditas, el ascenso de ISIS representa un regreso a los auténticos orígenes del proyecto saudita-wahabita. De hecho, el núcleo de la ideología de ISIS es wahabita. Derrotar a ISIS demanda encarar el papel y el legado del wahabismo en Arabia Saudita. Desde un punto de vista operativo, el futuro de ISIS se decidirá en gran medida en Túnez, país de origen de la mayoría de los combatientes extranjeros en Siria e Irak (y del autor del atentado en Berlín). Esto es en parte reflejo de la incapacidad de las autoridades para producir oportunidades económicas suficientes para su población joven, justo cuando la incipiente transición democrática del país genera más expectativas. Como me explicó en 2015 Shams Talbi, un residente de 55 años de edad de la empobrecida ciudad de Kasserine: “muchos jóvenes por aquí consideran a ISIS un medio para recuperar la dignidad”. Así, para reducir el flujo de nuevos combatientes a ISIS es necesaria la integración económica y social de las regiones marginadas. De lo contrario, siempre habrá jóvenes tunecinos (y de otros países) tan desesperados que grupos criminales como ISIS les parezcan los medios de igualación socioeconómica más fiables. El futuro de ISIS también depende mucho de Francia, el país europeo que más combatientes suministra a la milicia (algo que probablemente derive de la agresividad de su secularismo). Francia y Bélgica son los dos únicos países europeos que prohíben el velo completo en las escuelas públicas y que no obtienen la mejor calificación en democracia según el informe Polity. El setenta por ciento de la población carcelaria en Francia es musulmana. Todo esto facilita el trabajo de los reclutadores de extremistas. El último determinante clave de la supervivencia de ISIS será la voluntad de diversos países, sobre todo en Occidente (y especialmente Estados Unidos) para reconocer de una buena vez que regímenes opresivos como los de Arabia Saudita y Egipto son parte del problema, no de la solución. Para derrotar a ISIS de una vez y para siempre, debemos reconocer (y eliminar) sus muchas fuentes de sustento.

Project Syndicate