La fiesta juliana

Con la parafernalia propia de las celebraciones cívicas, los guayaquileños acaban de concluir un mes, el de julio, en el que coinciden 3 fechas propias del corazón cívico de los porteños. Se trata de la que se adjudica oficialmente como la que corresponde a la fundación de la ciudad, allá por el año 1535; la otra, el natalicio del Libertador Simón Bolívar, y la tercera, la Batalla de Jambelí, representativa de la Armada Nacional.

Para algunos guayacos versados en el pretérito, el haber escogido a julio como “mes del guayaquileñismo” no es del todo acertado, ya que, en primer lugar, para una ciudad es más significativo el momento de su independencia, lo que ocurrió el 9 de Octubre de 1820 y que, además, significó el punto de partida de la gran épica libertadora de lo que es ahora el Ecuador. Y, más curioso todavía, es que el 25 de Julio no es comprobado históricamente como el día en que, con el acta que se estilaba para tales inauguraciones citadinas, la Perla fue fundada “con todas las de la ley”, siendo la fecha escogida por ser la que corresponde al natalicio del patrono religioso de la ciudad, Santiago, que es también el santo nacional de la Madre Patria, adorado en las famosas peregrinaciones a Santiago de Compostela.

Pero quedémonos en julio, para no salir de unas celebraciones que se enmarcan dentro de lo folclórico, lo cívico, lo gastronómico y lo cultural. Y remitámonos a una organización creada por artistas plásticos, gracias al entusiasmo y dinámica de una guayaquileña de viejo cuño porteño, como lo es la escultora Yela Loffredo de Klein, quien con todo su poder emotivo hizo posible la creación de la Asociación Cultural Las Peñas, que como no podía ser de otra manera, funciona en el barrio más tradicional de Guayaquil.

Esta institución, que todos los años desarrolla un programa cultural a lo largo de la calle Numa Pompilio Llona, llevó a cabo una sesión solemne en la que se reconoció méritos de determinados ciudadanos. Fui uno de ellos. Desgraciadamente, por razones de salud no pude asistir al homenaje y desde mi gratitud imperecedera estoy recibiendo en mi alma aún los aplausos que me prodigaron al decir mi nombre.

Gracias, muchas gracias, queridos amigos.

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