El credo cristiano tiene gran acogida en la comunidad indígena guayaquileña. Las obras religiosas que son desarrolladas por la Iglesia Católica y Evangélica son muestra de ello. Pero es esta última la que más congregaciones tiene en la ciudad de Guayaquil y Durán.

El Concilio de Ministros Indígenas del Litoral contabiliza “alrededor de 400 iglesias, que acogen entre 50 a 300 personas todas las semanas”, alega Manuel Guacho, director de pastores quichuas.

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“Nos hemos levantado no como comunidades, sino como iglesias, muchas de ellas provenientes del Chimborazo; que ya conocíamos el evangelio por décadas. Ahora, por la gracia divina, hemos ido creciendo y adquiriendo terrenos para la construcción de establecimientos, que con el favor del pueblo hemos ido edificando”, afirma Guacho.

Para el catedrático y teólogo guayaquileño Ángel Manzo, el crecimiento de estas comunidades indígenas cristianas tiene su origen en los procesos migratorios internos del país.

“En el Puerto Principal hay iglesias quichuas que se formaron por un gran grupo de migrantes que salió de la Sierra para colocar sus negocios en los mercados de Guayaquil. El proceso de evangelización se dio en la Sierra, acá solo vemos el acto comunitario de la reunión en establecimientos, que en su mayoría son locales, donde comulgan la fe los que la habían adquirido. Los círculos suelen ser cerrados, pero comparten una misma eucaristía con sus tradiciones”, afirma.

Julián Guamán, quichua e investigador en temas evangélicos indígenas con estudios en Costa Rica, Ecuador y España, comenta las razones por las cuales el pueblo indígena ha aumentado sus adeptos a esta religión en los últimos años. “Las aspiraciones de los indígenas por un cambio, una transformación a su condición de vida, condujeron a optar por el cristianismo evangélico; pues vieron en este credo una alternativa. 

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Los indígenas que decidieron ir por este camino, igual que sus paisanos, mantenían el anhelo de librarse de su condición de discriminados, dado por el sistema de haciendas, y sus allegados como los cantineros, usureros, entre otros”, señala. Guamán también explica que los efectos de la conversión han sido muy notables en la comunidad dándoles beneficios económicos y de atención familiar.

“Los efectos inmediatos fueron el abandono del indígena a la dependencia del alcohol, la desaparición de la violencia intrafamiliar y social, la sobriedad y salubridad. Fue notorio el mejoramiento socioeconómico de las familias convertidas, expresado en adquisición de parcelas, disponibilidad de una casa, alfabetismo, y educación de sus hijos en escuelas o colegios. Todo esto como resultado del ascetismo y el ahorro, elementos claves de la ética evangélica”, alega el experto.

La Iglesia Católica también tiene su espacio en esta comunidad. La Pastoral Indígena de Guayaquil está integrada por nueve comunidades. El centro de reunión es la iglesia indígena ubicada en el sector de La Prosperina, donde se juntan todos sus miembros semanalmente para la fiesta eucarística.

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Para el padre Marcel Santana, la tradición quichua no se pierde en estas celebraciones, sino que son incluyentes, y permiten la adoración y el rezo en el idioma originario.

“Canciones como Santo duran alrededor de 15 minutos en quichua, otro de los atractivos son los instrumentos autóctonos”, señala. La Iglesia Católica tuvo un papel activo en esta comunidad desde 1997. Hoy son miles los feligreses que promulgan la fe.

Miles de cultos indígenas

Julián Guamán, investigador evangélico y teólogo indígena, menciona que para el año 2017 se afirmaba que había 750 iglesias quichuas en Chimborazo. “Hoy, en el ámbito nacional, se asume que serían más de mil iglesias indígenas evangélicas. 

Asimismo por la migración de indígenas ecuatorianos se han creado comunidades en los Estados Unidos, donde hay aproximadamente cuarenta congregaciones quichuas. En España bordean veinte iglesias activas cristianas.

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