Arte. Mónica Luque y Dennys Navas ponen los últimos detalles en su obra ‘La paradoja del árbol que cae’. Esta es parte de la Bienal de Arte No Visual.

Una exposicion de arte que se disfruta con los ojos cerrados

La percepción de la experiencia vivida es diferente para cada uno, lo innegable, es que esta es una experiencia artística. Así lo dijo Ana Luisa Vallejo, directora de la muestra, que cumple su séptima edición.

En cada uno de los diez cubículos que conforman la exhibición habita un mundo propio.

El de Mónica López y Dennys Navas, por ejemplo, es un bosque.

Ahí, macetas con frondosas plantas reciben al espectador. Pero este no es un bosque habitual, pues, en lugar de los sonidos que uno relaciona con la naturaleza, la banda sonora de ‘La paradoja del árbol que cae’, nombre de su propuesta, es música contemporánea.

“Queríamos hacer una disociación entre lo que se siente y lo que se escucha. La idea es que la connotación del espacio le brinde al espectador una banda en el bosque, un sitio un poco lúdico, que sea como un juego”, indicó López.

Y es que lo que la Bienal de Arte No Visual, que abrió sus puertas ayer de noche, brinda a los asistentes son experiencias sonoras y táctiles donde no interviene la vista.

A cada pieza participante, todas ubicadas en la Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno del malecón del Salado, se ingresa con los ojos vendados y ahí son los creadores y sus equipos los encargados de guiarlos a través del lugar.

La percepción de la experiencia vivida es diferente para cada uno, lo innegable, es que esta es una experiencia artística. Así lo dijo Ana Luisa Vallejo, directora de la muestra, que cumple su séptima edición.

“Estamos demasiado atados a lo que vemos. Esta exposición busca plantear el arte abandonando lo evidente para concentrarse en la búsqueda de nuevos sentidos. También es un intento por concienciar de una manera lúdica y divertida a la ciudadanía sobre la ceguera”.

Las obras seleccionadas, entre las que están ‘Re-sonancia’, de Juan Carlos Fernández; ‘Cita a ciegas’, de Juan Caguana y ‘Vuelo’, de José Luis Dávila, fueron escogidas a través de un jurado tras pasar por un proceso de certamen.

Para muchos, como Luque y Navas, el elaborar arte basado en lo sonoro y táctil fue un reto, pero para otros como Johanna Ruiz fue tan solo cuestión de trasladar lo cotidiano a lo creativo.

La joven es miembro de la Fundación Ecuador para ciegos (Funeci). Ella junto a otros cinco compañeros crearon ‘La casa de los olores’ y transformaron su espacio en una casa completa, incluyendo sala, comedor, cocina y dormitorio.

El espacio es tan real, que ni siquiera faltan los cuadros comunes en las viviendas de la urbe, pese a que estos no serán vistos. Como su nombre lo dice, la pieza se trata de una ruta basada en el olfato, pero que, para su creadora, es también una manera de enseñarles supervivencia a niños y jóvenes no videntes.

“Cuando uno no ve, guiarse por el olfato es esencial. Aquí uno reconoce dónde está por como huele el lugar, y cada lugar tiene un olor diferente que, para seguridad y comodidad de la persona, no debe cambiar. Esta pieza comparte nuestro mundo con las persona, pero también busca ayudar a quienes no ven a descubrir una manera de guiarse”, dijo.

La exposición estará abierta hasta el sábado. El público podrá votar por su obra favorita. Tres de ellas serán premiadas.