Ese 26 de julio

Sí. Me refiero al de 1953. El asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, me pasó desapercibido, pero después, en oleadas crecientes me llegaban los rumores de un grupo de guerrilleros barbudos que se había levantado en armas en la Sierra Maestra. A poco de graduado de bachiller ya sabía de Fidel Castro y su revolución verde oliva y pude identificarlo entrando victorioso a La Habana en las noticias que por esa época difundían Bohemia y Carteles.

Hace poco un exilado cubano residente entre nosotros me hizo conocer unos antiguos números de esas revistas. La promesa de los revolucionarios allí recogida era martiana y se identificaba con la fe en la Virgen de la Caridad del Cobre: Cachita, la patrona de Cuba. La revolución era del color de las palmeras.

Después, el paso del tiempo y la inacabable dialéctica de la historia fue acercando ese proceso criollo a las matrices tradicionales del materialismo que se insiste en llamar científico, sin entender que de lo que menos tiene todo lo vinculado con política es de conocimiento ordenado sujeto a pruebas experimentales, donde se pueden comprobar hipótesis. (Conste que sin embargo se intenta constituir una Ciencia Política que en ocasiones crece a la condición de Ciencias Políticas).

Volviendo a Cuba, sin duda que un proceso que ya dura 60 años, pese a los sucesivos “aggiornamentos” a que ha sido sometido, puede dar señales de que necesita ajustes de fondo. Algunos se han cumplido. Se abandonaron posturas que parecían inamovibles, tal cual las prácticas homofóbicas o un ateísmo dogmático. También pareciera que el libre comercio es una posibilidad creciente, lo mismo que las iniciativas privadas en ciertas áreas de negocios como el turismo y la restauración. Otro cambio trascendente, de impacto todavía no asumido en cuanto a la magnitud de sus repercusiones, es el reinicio de relaciones con los Estados Unidos. Es de esperar que una victoria electoral de Trump no frustre el proceso.

En todo caso, desde este Guayaquil enfiestado le decimos a los amigos de la Isla y a todos los compatriotas de Martí: ¡Adelante, cubanos!

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