Muertes violentas, corrupción institucional, ineficiencia estatal, apagones, crisis sociales y políticas, y demás. Todos problemas que guardan algo en común: una clase política que apunta, pero que no aporta ni converge en la búsqueda de soluciones.

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¿Por qué la clase política no habla de lo importante? Esa es una pregunta compleja de responder, señala Boris Ochoa, catedrático del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), pero que se puede empezar a atender desde diferentes ámbitos.

Desde el más obvio, el político, Ochoa señala que todo se resume a los intereses particulares que tienen los diferentes actores políticos. “Lastimosamente, esos se han impuesto sobre los grandes intereses nacionales”, acota, y señala que se lo ha podido evidenciar en la reciente crisis energética del país.

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Para Ochoa, la acusación del Gobierno de un supuesto sabotaje en el sector eléctrico del país, en caso de ser cierta, desnuda a más de una persona. “Si muchos sabían qué había que hacer (para evitar los apagones), ¿por qué nadie actuó? Eso responde a intereses”, sigue.

Pero la lectura no queda ahí. Según Ochoa, los reiterados casos de corrupción registrados en el país (Encuentro, Metástasis, Purga, Plaga y demás) muestran la sostenida pérdida del sentido colectivista de la clase política, algo que devela problemas en otro ámbito, el social.

“Existe una falta de empatía de los políticos hacia los ciudadanos. En gran parte porque quienes nos representan no han vivido o no son parte de las grandes mayorías”, comenta el catedrático, quien destaca que esto se ve agravado por la polarización de la política.

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La desconexión social de la clase política y su polarización, según destaca Mauricio Alarcón, jurista y director ejecutivo de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo (FCD), se debe a su proyección a corto plazo de los políticos, casi siempre marcada por lo tiempos electorales y la coyuntura nacional.

“La clase política tiene los horizontes electorales en la punta de la lengua. No gusta de planificar, de hacer programas de gobierno, de evaluar las situaciones de manera profunda para plantear alternativas al país. Solo busca responder a lo que ocurre en el día”, acota Alarcón, y señala que los políticos tampoco cumplen con su rol.

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En lugar de ser ‘faros’ de liderazgo se han convertido en luces intermitentes que aparecen según la coyuntura. “Tienen incluso una volatilidad ideológica terrible. Varios sectores critican, meten el dedo en la llaga, pero se quedan en el ataque y no plantean alternativas”, sigue y dice que esto es corresponsabilidad del sistema de partidos.

Además de los partidos políticos, el catedrático Ochoa acota que la ciudadanía también tiene un rol fundamental ante la inacción de sus supuestos líderes. “Los ciudadanos no pueden estar distraídos, como parece suceder ahora, sino señalando los problemas y pidiendo, exigiendo, soluciones”, acota.

En ese sentido, Alarcón también señala que la ciudadanía, a través de la sociedad civil organizada, debe tomar la posta ante la falta de respuestas de sus líderes y autoridades: “Si esperamos a los políticos, será hasta que nos llegue la muerte”.

Levantar al Ecuador, un deber de todos

Tanto el catedrático Boris Ochoa como el jurista Mauricio Alarcón sostienen que la exigencia de respuestas a la clase política debe ser un compromiso de todos los sectores de la sociedad civil.

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Ochoa, por ejemplo, recuerda que la academia funge un rol importante de articulador entre actores políticos y a la prensa como un canal por el cual mantener vigentes las necesidades de la ciudadanía.

Del mismo modo, Alarcón señala la importancia de que el ciudadano de a pie recuerde que es el mandante y que el cumplimiento de sus exigencias no son favores, sino un correcto ejercicio de lo público.

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